NO EXISTE...
No existe el corazón enamorado
que pueda mendigar por el desierto,
en esa superficie descarnada
de piedras, arenales y silencio.
Si acaso sus latidos se aceleran
es fácil que la vida vaya en ellos,
pequeños saltimbanquis ignorados,
autores de suspiros y de sueños.
Pero ese corazón que lejos busca
no puede permitirse estar sediento,
precisa de la fuente de la vida
que calme los ardores de su pecho.
Entonces volverá por otras sendas,
cañadas, praderías y senderos,
tratando de encontrar la fiel mirada
aquella del poema y de los versos.
En un atardecer, no importa cuando,
el sol se despedía en el invierno,
temblaba el corazón, al ver la escena,
ocaso singular, aunque pequeño.
Un hombre despertaba en plena noche,
por culpa del amor y los deseos,
sonaba la galerna en la distancia
y un labio suplicaba con un rezo.
Eterna paradoja la del niño,
tratando de observar, estando ciego,
¡bendita la inocencia de esa infancia,
bendito el corazón que mira al cielo!
Por eso el corazón enamorado
es blanco de la flecha del arquero,
y, entonces, malherido, se levanta
y deja en la cuartilla su lamento.
"...No existe el corazón enamorado
que se haya resistido a tu tormento,
al hombre le conquistas con tu gracia,
lunita de los niños y los cuentos..."
Rafael Sánchez Ortega ©
11/02/17
que pueda mendigar por el desierto,
en esa superficie descarnada
de piedras, arenales y silencio.
Si acaso sus latidos se aceleran
es fácil que la vida vaya en ellos,
pequeños saltimbanquis ignorados,
autores de suspiros y de sueños.
Pero ese corazón que lejos busca
no puede permitirse estar sediento,
precisa de la fuente de la vida
que calme los ardores de su pecho.
Entonces volverá por otras sendas,
cañadas, praderías y senderos,
tratando de encontrar la fiel mirada
aquella del poema y de los versos.
En un atardecer, no importa cuando,
el sol se despedía en el invierno,
temblaba el corazón, al ver la escena,
ocaso singular, aunque pequeño.
Un hombre despertaba en plena noche,
por culpa del amor y los deseos,
sonaba la galerna en la distancia
y un labio suplicaba con un rezo.
Eterna paradoja la del niño,
tratando de observar, estando ciego,
¡bendita la inocencia de esa infancia,
bendito el corazón que mira al cielo!
Por eso el corazón enamorado
es blanco de la flecha del arquero,
y, entonces, malherido, se levanta
y deja en la cuartilla su lamento.
"...No existe el corazón enamorado
que se haya resistido a tu tormento,
al hombre le conquistas con tu gracia,
lunita de los niños y los cuentos..."
Rafael Sánchez Ortega ©
11/02/17
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