EN EL ÚLTIMO SITIO DE LA FILA
En el último sitio de la fila
estaré esperando simplemente,
la mirada que venga hasta mis ojos
y tus pasos precisos y tan breves.
No sabía el horario del tranvía,
ni si había tampoco ese billete,
esa puerta marchando hacia el futuro,
donde el sol nos calienta y nunca llueve.
Ha sonado en la iglesia la campana,
desgranando la hora de las nueve,
uno a uno sonaron los latidos
del reloj que en la torre nos proteje.
Es la hora de ir hacia el destino
con el sol despertado que amanece,
y también de quitar las telarañas
y las lágrimas tristes de la fuente.
Los suspiros se quedan en el pecho
custodiando la sangre tan ardiente,
ese líquido rojo y tan preciado
que alimenta la vida desde siempre.
En el último sitio de la fila
esperaba mi turno muy paciente,
y pensaba también en el mañana
olvidando el pasado que se muere.
Una niebla del río va ascendiendo
con los grises y sombras sugerentes,
pero el sol rompe al fin la telaraña
enviando sus rayos tan alegres.
Es entonces que el pecho se desborda,
y que late de forma diferente,
es quizás cuando siente que en su vida
hay amor y personas que le quieren.
Unas manos dibujan en el cielo
y las nubes también se desvanecen,
las figuras de forma caprichosas,
son producto tan solo de la mente.
Pero tú soñador empedernido,
el viajero de cara sonriente,
dejarás estos versos en tu alma,
esperando los labios que los besen.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/04/10
estaré esperando simplemente,
la mirada que venga hasta mis ojos
y tus pasos precisos y tan breves.
No sabía el horario del tranvía,
ni si había tampoco ese billete,
esa puerta marchando hacia el futuro,
donde el sol nos calienta y nunca llueve.
Ha sonado en la iglesia la campana,
desgranando la hora de las nueve,
uno a uno sonaron los latidos
del reloj que en la torre nos proteje.
Es la hora de ir hacia el destino
con el sol despertado que amanece,
y también de quitar las telarañas
y las lágrimas tristes de la fuente.
Los suspiros se quedan en el pecho
custodiando la sangre tan ardiente,
ese líquido rojo y tan preciado
que alimenta la vida desde siempre.
En el último sitio de la fila
esperaba mi turno muy paciente,
y pensaba también en el mañana
olvidando el pasado que se muere.
Una niebla del río va ascendiendo
con los grises y sombras sugerentes,
pero el sol rompe al fin la telaraña
enviando sus rayos tan alegres.
Es entonces que el pecho se desborda,
y que late de forma diferente,
es quizás cuando siente que en su vida
hay amor y personas que le quieren.
Unas manos dibujan en el cielo
y las nubes también se desvanecen,
las figuras de forma caprichosas,
son producto tan solo de la mente.
Pero tú soñador empedernido,
el viajero de cara sonriente,
dejarás estos versos en tu alma,
esperando los labios que los besen.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/04/10
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