ESCUCHABA EL SONIDO DE LAS RAMAS
Escuchaba el sonido de las ramas
mientras eran besadas por el viento,
una niebla con fuerza las cubría,
con un halo de sombra y de misterio.
Parecían criaturas despertando
y volviendo a la vida tras el sueño,
unas lágrimas caían de sus hojas
en las gotas dejadas por el suelo.
Presentí que la vida estaba oculta,
más allá de las sombras y el silencio,
más allá de los sueños de los niños
y a pesar de las Hadas y los Elfos.
Y curioso busqué tras esas ramas
el misterio profundo de los cielos,
no pudiendo llegar hasta las nubes,
con su manto grisáceo y soñoliento.
Pero el viento llegó con gran sigilo,
y sopló con sus labios mi deseo,
consiguiendo rasgar aquellas nubes
y mostrarme la luz que tanto anhelo.
Susurraban los robles sin palabras
y las hayas sacaban sus secretos,
esperando que hablaran de la vida
en la Braña sagrada, nuestros tejos.
Y los tejos hablaron sin descanso,
nos contaron leyendas de guerreros,
y de hombres llegados de otras tierras,
a extraer de sus troncos el veneno.
Nos hablaron de lindas mariposas
y de bellas doncellas y mancebos,
que venían aquí para entregarse
y jurarse un amor por siempre eterno.
Es es entonces que llega ese sonido,
ese canto que vuelve con el eco,
el susurro quizás desesperando
con palabras de amores y te quieros.
Pero no, ya no hay sitio para ellas,
las palabras queridas ya se han muerto,
se han sumido en el pozo de las sombras
para ir a dormir a los infiernos.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/04/10
mientras eran besadas por el viento,
una niebla con fuerza las cubría,
con un halo de sombra y de misterio.
Parecían criaturas despertando
y volviendo a la vida tras el sueño,
unas lágrimas caían de sus hojas
en las gotas dejadas por el suelo.
Presentí que la vida estaba oculta,
más allá de las sombras y el silencio,
más allá de los sueños de los niños
y a pesar de las Hadas y los Elfos.
Y curioso busqué tras esas ramas
el misterio profundo de los cielos,
no pudiendo llegar hasta las nubes,
con su manto grisáceo y soñoliento.
Pero el viento llegó con gran sigilo,
y sopló con sus labios mi deseo,
consiguiendo rasgar aquellas nubes
y mostrarme la luz que tanto anhelo.
Susurraban los robles sin palabras
y las hayas sacaban sus secretos,
esperando que hablaran de la vida
en la Braña sagrada, nuestros tejos.
Y los tejos hablaron sin descanso,
nos contaron leyendas de guerreros,
y de hombres llegados de otras tierras,
a extraer de sus troncos el veneno.
Nos hablaron de lindas mariposas
y de bellas doncellas y mancebos,
que venían aquí para entregarse
y jurarse un amor por siempre eterno.
Es es entonces que llega ese sonido,
ese canto que vuelve con el eco,
el susurro quizás desesperando
con palabras de amores y te quieros.
Pero no, ya no hay sitio para ellas,
las palabras queridas ya se han muerto,
se han sumido en el pozo de las sombras
para ir a dormir a los infiernos.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/04/10
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