TE ESCRIBO CADA NOCHE...
Te escribo cada noche en un poema
y siento que se ahogan las palabras,
se quedan reducidos a cenizas,
los sueños de unas llamas en el alma.
Se queda el corazón entristecido,
carente de esa chispa que le falta,
se muere la alegría en un instante
y se hace más lejana la distancia.
Es fácil que las flores se marchiten
y broten otras ramas de nostalgia,
aquellas que la niebla las confunde
y buscan claridad por las ventanas.
Hay casas soñolientas que rezuman
eternas sensaciones de resacas,
no hay mares en sus techos y paredes,
y faltan los salitres y las algas.
Pero hay la sensación inenarrable
de un algo que se omite y que se escapa,
quizás es la pasión de los sentidos
o puede que el abrazo y la mirada.
Rezuman emociones sin descanso
y brotan, sin querer, algunas lágrimas,
se ocultan los gemidos en los labios,
se cosen corazones con mordazas.
...Y entonces, cuando el alma está sin vida,
resurge la respuesta de la nada,
el grito enfurecido sale afuera
y surge un remolino en las entrañas.
Golpean los timbales en los pechos
y anuncian a los hombres la batalla,
avisan del peligro de Cupido,
y quieren combatientes en las lanzas.
Más hay un generoso combatiente
que deja en las trincheras sus migajas,
los versos recogidos día a día,
las flores de unos labios marchitadas.
Y deja el corazón en sus poemas,
que escribe con la sangre que le mana,
la misma que se escapa de una herida
causada por la flecha envenenada.
Y queda en aquel campo su cuaderno
cubierto de cenizas y de escarchas,
tapado con el manto del olvido
y a salvo de rapaces y alimañas.
Quizás en otro tiempo, no lejano,
un nuevo corazón sienta esa rabia,
rescate, en los escombros y en el lodo,
los versos y poemas que allí aguardan.
"...Te escribo cada noche en un poema
y lo hago tembloroso y sin metáforas,
a ti, mi corazón, que tanto quiero,
eterno confidente de mis causas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
15/10/13
y siento que se ahogan las palabras,
se quedan reducidos a cenizas,
los sueños de unas llamas en el alma.
Se queda el corazón entristecido,
carente de esa chispa que le falta,
se muere la alegría en un instante
y se hace más lejana la distancia.
Es fácil que las flores se marchiten
y broten otras ramas de nostalgia,
aquellas que la niebla las confunde
y buscan claridad por las ventanas.
Hay casas soñolientas que rezuman
eternas sensaciones de resacas,
no hay mares en sus techos y paredes,
y faltan los salitres y las algas.
Pero hay la sensación inenarrable
de un algo que se omite y que se escapa,
quizás es la pasión de los sentidos
o puede que el abrazo y la mirada.
Rezuman emociones sin descanso
y brotan, sin querer, algunas lágrimas,
se ocultan los gemidos en los labios,
se cosen corazones con mordazas.
...Y entonces, cuando el alma está sin vida,
resurge la respuesta de la nada,
el grito enfurecido sale afuera
y surge un remolino en las entrañas.
Golpean los timbales en los pechos
y anuncian a los hombres la batalla,
avisan del peligro de Cupido,
y quieren combatientes en las lanzas.
Más hay un generoso combatiente
que deja en las trincheras sus migajas,
los versos recogidos día a día,
las flores de unos labios marchitadas.
Y deja el corazón en sus poemas,
que escribe con la sangre que le mana,
la misma que se escapa de una herida
causada por la flecha envenenada.
Y queda en aquel campo su cuaderno
cubierto de cenizas y de escarchas,
tapado con el manto del olvido
y a salvo de rapaces y alimañas.
Quizás en otro tiempo, no lejano,
un nuevo corazón sienta esa rabia,
rescate, en los escombros y en el lodo,
los versos y poemas que allí aguardan.
"...Te escribo cada noche en un poema
y lo hago tembloroso y sin metáforas,
a ti, mi corazón, que tanto quiero,
eterno confidente de mis causas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
15/10/13
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