POR MÁS QUE INTENTE...
Por más que intente rebuscar, en los recuerdos,
ese pequeño trozo de la infancia
donde miraba el cielo, por las noches,
en busca de la luna y las estrellas,
siempre estará la sombra con la bruma,
formando telarañas en el barro.
Ya sé que los recuerdos son pasado y no presente,
que forman unas capas de cebolla que han prendido
en nuestras almas,
y algunas han clavado sus raíces, tan profundo,
llegando al corazón y las entrañas.
Más debo continuar en esta espera
hasta que llegue el tren que veo en la distancia,
para subirme a él casi llorando,
diciendo adiós a un tiempo de la infancia
y juventud ya marchitada y caducada.
Pero el rocío sigue en las mañanas
dejando esa estela inolvidable
en que la escarcha tiembla y se estremece, con nostalgia,
mientras el alba inicia su andadura con el día.
Hay una laxitud en el ambiente,
quizás como el preludio de un adagio de tormenta.
Sin embargo, por encima, está la música celeste.
Esas notas invisibles que llegan hasta el alma
y embriagan los sentidos,
ese latido inconfundible de la vida,
ese rincón maravilloso y lleno de ternura
donde se juntan todos los sentidos
para que una mano llegue y acaricie este teclado.
...Y estás tú también, mi corazón herido,
pensando en una nueva primavera,
deseoso de emprenderla y caminarla,
de verla florecer y pasear por las praderas
en busca de la luz y el colorido.
Seguro que serás un hombre nuevo y renovado,
y también tu corazón florecerá,
con los latidos y el tic-tac, del aire nuevo
que te llegue con la brisa.
En ella encontrarás esos suspiros que te faltan
y los besos deseados que desprenden los almendros.
Entonces temblarás junto a las rosas
y una lágrima impaciente recorrerá
sin prisas tus pupilas.
¡Es el amor!, dirás y así será,
porque tu alma lo desea intensamente.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/02/15
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