QUIZÁS EN UN MOMENTO DE LOCURA...
Quizás en un momento de locura
pudiéramos bailar sobre las olas,
los hombres y los niños, simplemente,
soñando con los guiños de las horas.
El tiempo nos abraza y nos rebasa,
nos marca nuestros pasos en las sombras,
nos dice que sigamos adelante
tratando de aliviar nuestra derrota.
La barca, sin sus velas, va despacio,
prosigue su paseo por la costa,
avanza con su garbo tan cansino
y enfila el escenario con su prosa.
La mar y las resacas son constantes,
entonan su canción bajo la aurora,
nos dejan el salitre de sus labios,
temblando, con sus pétalos de rosa.
Quizás, en un momento de locura,
escuche a las pacientes caracolas,
las mismas que rompieron el silencio
y luego secuestraron mi persona.
Con ellas se llevaron mi inocencia,
la casa de cristal de las alondras,
el dulce querubín que en las mañanas
dejaba mil sonrisas con sus notas.
Es fácil que se engañe el forastero
y piense que es producto de una broma,
la brizna que se mete en las pupilas
y el ojo vacilante que la llora.
Por eso le contagio mi locura
y animo a que recoja tantas gotas,
no suele el corazón equivocarse
y late, por amor, hora tras hora.
"...Quizás en un momento de locura
no sepa distinguir hojas de ropa,
y tenga que buscar, en tu sonrisa,
la clave y el candor que me enamora..."
Rafael Sánchez Ortega ©
20/03/15
pudiéramos bailar sobre las olas,
los hombres y los niños, simplemente,
soñando con los guiños de las horas.
El tiempo nos abraza y nos rebasa,
nos marca nuestros pasos en las sombras,
nos dice que sigamos adelante
tratando de aliviar nuestra derrota.
La barca, sin sus velas, va despacio,
prosigue su paseo por la costa,
avanza con su garbo tan cansino
y enfila el escenario con su prosa.
La mar y las resacas son constantes,
entonan su canción bajo la aurora,
nos dejan el salitre de sus labios,
temblando, con sus pétalos de rosa.
Quizás, en un momento de locura,
escuche a las pacientes caracolas,
las mismas que rompieron el silencio
y luego secuestraron mi persona.
Con ellas se llevaron mi inocencia,
la casa de cristal de las alondras,
el dulce querubín que en las mañanas
dejaba mil sonrisas con sus notas.
Es fácil que se engañe el forastero
y piense que es producto de una broma,
la brizna que se mete en las pupilas
y el ojo vacilante que la llora.
Por eso le contagio mi locura
y animo a que recoja tantas gotas,
no suele el corazón equivocarse
y late, por amor, hora tras hora.
"...Quizás en un momento de locura
no sepa distinguir hojas de ropa,
y tenga que buscar, en tu sonrisa,
la clave y el candor que me enamora..."
Rafael Sánchez Ortega ©
20/03/15
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