TE DEJARÉ VOLAR...
Te dejaré volar, si así lo quieres,
mi bella mariposa de colores,
y seguiré tu vuelo embelesado
mientras el cielo anuncia nubarrones.
Que tienes que partir, es evidente,
lo sé porque lo anuncian los tambores,
timbales y trompetas del destino
que anuncian la partida de los hombres.
Mas tú te quedarás en el recuerdo
y nunca olvidaré, las ocasiones,
que hiciste que sintiera que la vida
es néctar que se bebe y que se absorbe.
Me diste tantas cosas, niña mía,
que ahora, al recordarlas, duele el nombre,
abrazos y caricias de tus manos,
paseos descubriendo el horizonte.
También, con tu sonrisa candorosa,
mis ojos se animaron con las flores,
pupilas que brillaban con la lluvia,
de un llanto transformado en fino acorde.
Tenías esa gracia transparente
que enhebra los sentidos como el cobre,
el hilo conductor de mis latidos,
la sangre irreverente de aquel joven.
Mis manos te buscaban sin descanso
trazando carantoñas en desorden,
quería que sintieras mi presencia
y el pecho alborotado de pasiones.
Quería caminar hacia el Olimpo
y allí ser muy feliz, entre los dioses,
tú eras, mariposa, mi esperanza,
yo era el vendaval y el Don Quijote.
"...Más tienes que marchar, querida niña,
la nueva primavera traza el norte,
y aquí me quedaré, con tu recuerdo,
mi bella mariposa de la noche..."
Rafael Sánchez Ortega ©
15/03/15
mi bella mariposa de colores,
y seguiré tu vuelo embelesado
mientras el cielo anuncia nubarrones.
Que tienes que partir, es evidente,
lo sé porque lo anuncian los tambores,
timbales y trompetas del destino
que anuncian la partida de los hombres.
Mas tú te quedarás en el recuerdo
y nunca olvidaré, las ocasiones,
que hiciste que sintiera que la vida
es néctar que se bebe y que se absorbe.
Me diste tantas cosas, niña mía,
que ahora, al recordarlas, duele el nombre,
abrazos y caricias de tus manos,
paseos descubriendo el horizonte.
También, con tu sonrisa candorosa,
mis ojos se animaron con las flores,
pupilas que brillaban con la lluvia,
de un llanto transformado en fino acorde.
Tenías esa gracia transparente
que enhebra los sentidos como el cobre,
el hilo conductor de mis latidos,
la sangre irreverente de aquel joven.
Mis manos te buscaban sin descanso
trazando carantoñas en desorden,
quería que sintieras mi presencia
y el pecho alborotado de pasiones.
Quería caminar hacia el Olimpo
y allí ser muy feliz, entre los dioses,
tú eras, mariposa, mi esperanza,
yo era el vendaval y el Don Quijote.
"...Más tienes que marchar, querida niña,
la nueva primavera traza el norte,
y aquí me quedaré, con tu recuerdo,
mi bella mariposa de la noche..."
Rafael Sánchez Ortega ©
15/03/15
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