HUBIERA DESEADO...
Hubiera deseado conocerte
y hacerte sabedor de mi congoja,
las penas e ilusiones de la vida,
los sueños y pasiones que me acosan.
Fue culpa de la niebla, no lo dudes,
los ojos se empañaron a deshora,
la lluvia resbalaba en las mejillas,
y el brillo del clavel murió en la rosa.
Pasamos simplemente como amigos,
vivimos realidades y demoras,
y un día nos marchamos, a lo lejos,
buscando el contrafuerte, sin derrota.
Nos fuimos a lejanos paraísos,
tratando de encontrar algo de gloria,
laureles y medallas de los hombres
y aplausos de sus manos y sus bocas.
Hubiera deseado conocerte
y ser el Pimpinela de tu ropa,
la simple escarapela de tu pecho
que lleva la sonrisa a las personas.
El mar, con su paciencia ilimitada,
baldea nuestras almas con sus olas,
nos deja la quietud inigualable
y el manto de la noche con las sombras.
Se cierran las pupilas, lentamente,
la luna y las estrellas ya se asoman,
y abajo, en esa orquesta irrepetible,
la música se esparce por las ondas.
Soy verso y soy poema, en este instante,
suspiros que han surgido de la costa,
susurros que ahora emiten las arenas
por medio de las olas que las rozan.
"...Hubiera deseado conocerte
y ser el prisionero de tus bromas,
la rosa inmaculada, que en tus manos,
te lleve mi caricia silenciosa..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/05/15
y hacerte sabedor de mi congoja,
las penas e ilusiones de la vida,
los sueños y pasiones que me acosan.
Fue culpa de la niebla, no lo dudes,
los ojos se empañaron a deshora,
la lluvia resbalaba en las mejillas,
y el brillo del clavel murió en la rosa.
Pasamos simplemente como amigos,
vivimos realidades y demoras,
y un día nos marchamos, a lo lejos,
buscando el contrafuerte, sin derrota.
Nos fuimos a lejanos paraísos,
tratando de encontrar algo de gloria,
laureles y medallas de los hombres
y aplausos de sus manos y sus bocas.
Hubiera deseado conocerte
y ser el Pimpinela de tu ropa,
la simple escarapela de tu pecho
que lleva la sonrisa a las personas.
El mar, con su paciencia ilimitada,
baldea nuestras almas con sus olas,
nos deja la quietud inigualable
y el manto de la noche con las sombras.
Se cierran las pupilas, lentamente,
la luna y las estrellas ya se asoman,
y abajo, en esa orquesta irrepetible,
la música se esparce por las ondas.
Soy verso y soy poema, en este instante,
suspiros que han surgido de la costa,
susurros que ahora emiten las arenas
por medio de las olas que las rozan.
"...Hubiera deseado conocerte
y ser el prisionero de tus bromas,
la rosa inmaculada, que en tus manos,
te lleve mi caricia silenciosa..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/05/15
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario