DECIR ADIÓS...



Decir adiós es algo que intimida
que cierra los postigos y ventanas,
que llena el corazón de sensaciones
y envuelve realidad con telarañas.

Porque el adiós, a Dios, es algo fuerte
que lleva y que conduce hacia la nada,
que rompe los pasados y futuros
y marca los presentes con su raya.

Pero decir adiós a una persona,
al ser que va contigo y al que amas,
es renegar del Dios que llevas dentro
y mueve los latidos de tu alma.

A veces nos decimos en la calle
adioses con suspiros y palabras,
y son como palomas mensajeras
las voces que se emiten y se apagan.

Mas es en el silencio donde quedan
adioses cual palomas enterradas,
y puede que desprecios muy velados
en forma de rocíos y legañas.

Y el Dios que has renegado se revuelve,
no admite esos adioses por su causa,
prefiere la verdad a la mentira
del hombre que la lleva en su garganta.

Digamos el adiós con sentimiento,
miremos a los ojos del que marcha,
busquemos en sus labios la sonrisa
conscientes del saludo que nos manda.

Adiós a los recuerdos y al pasado,
adiós a las pasiones ya lejanas,
adioses que se van y que no vuelven,
igual que el mar con olas y resacas.

"...Decir adiós es simple, como un verso,
que nace, que pervive y deshilacha
la pura concepción de nuestra vida
y el acto con que Dios nos da la infancia..."

Rafael Sánchez Ortega ©
06/06/16

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