REME EN EL MAR...
Remo en el mar y avanza mi barquía
en medio del silencio.
El corazón está impregnado de salitre
y en sus arterias se esconden las palabras.
A lo lejos se ve la luz del sol, que se retira,
detrás del horizonte,
en esta despedida de la tarde
y en un viaje hacia la nada.
Quizás deba remar con fuerza
y dirigir mi barca hacia el ocaso,
a donde el sol se oculta y se adormece,
para buscar el puerto y el destino
que preciso.
Pero debo convencerme de que existo
y no estoy solo, en esta vida.
De que debo de luchar y convivir, día tras día,
para vencer el reto de la muerte.
Toco mi cara y me reafirmo en el detalle
de que existo.
Abro los ojos y miro el ancho mar
que me rodea.
Veo el cielo azul y rosa despedirse
en esta tarde, y también veo
unas nubes grises
que me dicen que estoy vivo
y que me esperan, con su lecho ceniciento.
Sigo remando y me estremezco.
El viaje es largo y a pesar de su dureza
no me importa.
Debo bogar en este mar de las tinieblas
de la vida.
Debo seguir sin pausa entre las aguas silenciosas,
ya que aunque las nubes grises me reclamen,
y a pesar de no llevar nada en la mochila,
debo luchar por alcanzar ese rayo de esperanza
que se esfuma en la distancia.
Sé que el manto de la noche llegará pronto
hasta mi lado y me cubrirá con sus cenizas,
pero nada puedo hacer,
salvo intentar vivir y amar intensamente,
mientras remo y trato de acercarme, un poco más,
hasta la luz difusa de ese faro que se esfuma
y que me envía su esperanza, desde el cielo,
y acelera mis latidos, y mis sueños,
por la vida en esta tarde.
Rafael Sánchez Ortega ©
14/07/17
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