CERRAR LOS OJOS...



Cerrar los ojos y volver atrás,
al tiempo indefinido del pasado,
al pozo del amor y los recuerdos
que traigan la alegría a nuestros labios.

Porque el Amor, en sí, es todo esto,
un trozo de latidos rescatados,
vividos en la paz de la campiña
llevando, en el remite, nuestro abrazo.

Abrazos compartidos y queridos,
que fueron silenciosos, suspirados,
al fondo de otro pecho suplicante
temblando de emoción en esos ratos.

Sobraron, nuevamente, las palabras,
las ropas se quedaron por el cuarto,
haciendo de pinceles nuestros dedos
que pronto comenzaron su trabajo.

Trazaron mil perfiles sinuosos
por senos, por caderas y barrancos,
rozaron el botón de la azucena
y luego en sus pestañas se quedaron.

Bajaron a las fuentes tan sedientas,
ocultas, como siempre, en su recato,
abrieron esos grifos con cariño
y luego, con agrado, los probaron.

Sintieron esa lava incandescente
que brota del volcán, como un rosario,
temblaron al captar las sensaciones
del néctar y el licor tan embrujado.

Subieron, poco a poco, a las colinas,
a ver a todo el mundo más abajo,
ajenos a la vida y a las gentes
absortos al momento de sus actos.

Es fácil que se olvide, en estos versos,
mezclando realidad con lo soñado,
el brindis por beber la manzanilla
y el vino del recuerdo en otro vaso.

Más quiero, corazón, dejar constancia,
que fuiste la ilusión de mi costado,
la tierna realidad de tantas horas
vividas con amor, en tu regazo.

Mezclamos los colores de las almas,
trenzamos los añiles y los blancos,
subieron a los cielos nuestros ojos,
y allí se detuvieron, palpitando.

Ajenos a batallas y conflictos
pudimos ver el mundo mientras tanto,
y no le concedimos importancia
porque era irreverente y secundario.

Dormimos, como duermen, los amantes,
en lechos de cristal y, con un lazo,
unidos los dos cuerpos, sin lujuria,
buscando en el amor ese descanso.

Rafael Sánchez Ortega ©
04/06/15

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