AQUELLAS AMAPOLAS...
Aquellas amapolas que vimos en verano,
volaron con el viento que vino a saludarnos.
Volaron los susurros de brisas y de labios
igual que las palomas por casas y tejados.
Y allá, en la lejanía, de pronto se pararon,
hicieron un receso sus pétalos dorados.
Estaban temblorosos por culpa del cansancio,
y el polvo del camino que mueven los zapatos.
Aquellas amapolas, que tanto contemplamos,
hoy son bello recuerdo de días ya lejanos.
Promesas contenidas en pétalos rosados
y dulces mariposas, traviesas, que pasaron.
Volaron, con el tiempo, a un reino muy lejano,
cubiertas de dulzura llevándose un regalo.
Y así quedamos solos cubiertos con un manto,
la sombra de los días, los meses y los años.
Aquellas amapolas, que ahora recordamos,
se fueron con tu nombre, y el mío, a su letargo.
Marcharon muy deprisa a ver nuevos sembrados,
querían ser felices y estar en otros brazos.
Querían mil caricias de tierras y de campos,
sembrados y plantíos que fueran de su agrado.
Y allí se dormirían soñando en los pegasos,
quizás, como nosotros, que así las veneramos.
Aquellas amapolas, se fueron, se alejaron,
igual que nuestros besos también se distanciaron.
Pero entre las saudades, de un tiempo ya pasado,
aun quedan los latidos, los dedos y las manos.
Y en ellos, tu recuerdo, me dice así, muy bajo,
que estás junto a mi casa, Amor, y en mi costado.
Soñemos nuevamente, vivamos el regalo
seamos como niños que viven su relato.
"...Aquellas amapolas, que vimos en verano,
marcaron dos destinos y en ellos nos amamos..."
Rafael Sánchez Ortega ©
08/11/15
volaron con el viento que vino a saludarnos.
Volaron los susurros de brisas y de labios
igual que las palomas por casas y tejados.
Y allá, en la lejanía, de pronto se pararon,
hicieron un receso sus pétalos dorados.
Estaban temblorosos por culpa del cansancio,
y el polvo del camino que mueven los zapatos.
Aquellas amapolas, que tanto contemplamos,
hoy son bello recuerdo de días ya lejanos.
Promesas contenidas en pétalos rosados
y dulces mariposas, traviesas, que pasaron.
Volaron, con el tiempo, a un reino muy lejano,
cubiertas de dulzura llevándose un regalo.
Y así quedamos solos cubiertos con un manto,
la sombra de los días, los meses y los años.
Aquellas amapolas, que ahora recordamos,
se fueron con tu nombre, y el mío, a su letargo.
Marcharon muy deprisa a ver nuevos sembrados,
querían ser felices y estar en otros brazos.
Querían mil caricias de tierras y de campos,
sembrados y plantíos que fueran de su agrado.
Y allí se dormirían soñando en los pegasos,
quizás, como nosotros, que así las veneramos.
Aquellas amapolas, se fueron, se alejaron,
igual que nuestros besos también se distanciaron.
Pero entre las saudades, de un tiempo ya pasado,
aun quedan los latidos, los dedos y las manos.
Y en ellos, tu recuerdo, me dice así, muy bajo,
que estás junto a mi casa, Amor, y en mi costado.
Soñemos nuevamente, vivamos el regalo
seamos como niños que viven su relato.
"...Aquellas amapolas, que vimos en verano,
marcaron dos destinos y en ellos nos amamos..."
Rafael Sánchez Ortega ©
08/11/15
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