ES POSIBLE QUE DUDES...
Es posible que dudes, si te faltan,
los claveles azules del camino,
y si ves a las nubes ondulantes
con los grises matices y sin brillo.
Pero debes saber que en la distancia
hay misterios que rondan el abismo,
y se pierden muy lejos, en los cielos,
como un triste botón del infinito.
Más prosigues tu marcha en el silencio
y a la noche reclamas tu destino,
recibiendo respuestas, sin palabras,
de ese viento que entrega mil suspiros.
Hay nostalgia de estrellas plañideras
y rumor de resacas en los ríos,
porque el mar de la playa está lejano
y te faltan los versos con sus hilos.
Es posible que dudes de la gente
y que sigas los pasos tan queridos
de la dulce silueta y la figura
que comparte contigo su cariño.
Y lo hace de forma sugerente
con sus manos, sus dedos y sus mimos,
que pacientes recorren los senderos
de ese mundo de juncos intranquilos.
Porque es fácil dudar de las personas
y también el dudar con uno mismo,
más allá de la duda razonable
que lacera las almas y el instinto.
Todo tiene su fin y trayectoria
aunque sea en invierno y con el frío,
aunque crezcan bardales, con el tiempo,
en los campos, sin nombre, de los trigos.
Es posible que dudes y te ofusques
con el alma sincera de los niños,
y no atiendas, siquiera, sus razones,
y al valor incipiente de sus gritos.
Pero piensa que llevan en el alma
esa fuente que vibra como un lirio,
ese pecho que exige que lo atiendan
con amor, con entrega en su castillo.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/03/14
los claveles azules del camino,
y si ves a las nubes ondulantes
con los grises matices y sin brillo.
Pero debes saber que en la distancia
hay misterios que rondan el abismo,
y se pierden muy lejos, en los cielos,
como un triste botón del infinito.
Más prosigues tu marcha en el silencio
y a la noche reclamas tu destino,
recibiendo respuestas, sin palabras,
de ese viento que entrega mil suspiros.
Hay nostalgia de estrellas plañideras
y rumor de resacas en los ríos,
porque el mar de la playa está lejano
y te faltan los versos con sus hilos.
Es posible que dudes de la gente
y que sigas los pasos tan queridos
de la dulce silueta y la figura
que comparte contigo su cariño.
Y lo hace de forma sugerente
con sus manos, sus dedos y sus mimos,
que pacientes recorren los senderos
de ese mundo de juncos intranquilos.
Porque es fácil dudar de las personas
y también el dudar con uno mismo,
más allá de la duda razonable
que lacera las almas y el instinto.
Todo tiene su fin y trayectoria
aunque sea en invierno y con el frío,
aunque crezcan bardales, con el tiempo,
en los campos, sin nombre, de los trigos.
Es posible que dudes y te ofusques
con el alma sincera de los niños,
y no atiendas, siquiera, sus razones,
y al valor incipiente de sus gritos.
Pero piensa que llevan en el alma
esa fuente que vibra como un lirio,
ese pecho que exige que lo atiendan
con amor, con entrega en su castillo.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/03/14
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