A VECES PRECISAMOS DE CARICIAS...
A veces precisamos de caricias
y en otras, simplemente, de un abrazo,
por eso la ternura es importante
y el roce de una mano es algo amado.
El hombre es como un niño, sin saberlo,
que duda de la vida y de sus pasos,
el miedo le atenaza cada día
y piensa en la rutina del letargo.
No sé como sacarle de sus dudas,
decirle que la infancia ha terminado,
que vuelan las gaviotas por la playa
igual que los cometas en verano.
Las unas se acompañan del nordeste,
los otros de unos hilos muy delgados,
dejando en sus viriles corazones
la huella del momento con un lazo.
Quisiera enamorarme de unos ojos,
se dice el jovencito enamorado,
en ellos hallaré lo que yo quiero,
el bucle del amor que tanto extraño.
Sonrisas incipientes en mayores
que escuchan el deseo de esos labios,
¡bendita juventud, que no se acabe,
y exprima primaveras y veranos!
El néctar del amor es lo que tiene
un fuego abrasador que ciega tanto
que el joven desarrolla sus pasiones
y vive, sin vivir, quizás soñando.
Prefiero la inocencia de los niños,
al hombre arrollador y tan osado,
son ciclos del destino y de la vida
y en ellos la elección es algo extraño.
"...A veces precisamos de caricias,
me dice el corazón, en tu regazo,
que luego la ternura es evidente
y el sueño y el candor es un regalo..."
Rafael Sánchez Ortega ©
18/03/17
y en otras, simplemente, de un abrazo,
por eso la ternura es importante
y el roce de una mano es algo amado.
El hombre es como un niño, sin saberlo,
que duda de la vida y de sus pasos,
el miedo le atenaza cada día
y piensa en la rutina del letargo.
No sé como sacarle de sus dudas,
decirle que la infancia ha terminado,
que vuelan las gaviotas por la playa
igual que los cometas en verano.
Las unas se acompañan del nordeste,
los otros de unos hilos muy delgados,
dejando en sus viriles corazones
la huella del momento con un lazo.
Quisiera enamorarme de unos ojos,
se dice el jovencito enamorado,
en ellos hallaré lo que yo quiero,
el bucle del amor que tanto extraño.
Sonrisas incipientes en mayores
que escuchan el deseo de esos labios,
¡bendita juventud, que no se acabe,
y exprima primaveras y veranos!
El néctar del amor es lo que tiene
un fuego abrasador que ciega tanto
que el joven desarrolla sus pasiones
y vive, sin vivir, quizás soñando.
Prefiero la inocencia de los niños,
al hombre arrollador y tan osado,
son ciclos del destino y de la vida
y en ellos la elección es algo extraño.
"...A veces precisamos de caricias,
me dice el corazón, en tu regazo,
que luego la ternura es evidente
y el sueño y el candor es un regalo..."
Rafael Sánchez Ortega ©
18/03/17
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