ATRÁS QUEDABA EL PUEBLO...


Atrás quedaba el pueblo,
la fuente cantarina,
la iglesia taciturna
y el eco de tu risa.

Quedaba todo aquello
prendido en una horquilla,
sujeto por un lazo
y un verso que decía:

"Me quedan los recuerdos,
la voz y tu pupila,
me quedan las estrellas
de eterna poesía.

Me quedan los latidos
del pecho que suspira,
también me quedan besos
y el labio que acaricia".

Atrás quedaba todo
envuelto en la neblina,
los años y el pasado,
la infancia ya marchita.

Pero era inexorable
la hora de la cita,
el tren con sus vagones
llegaba por la vía.

Y a él nos acercamos
subiéndonos sin prisa,
sabiendo que el recuerdo
ya nunca resucita.

Marchamos al futuro
llevando la mochila,
repleta de ilusiones
y frescas margaritas.

"...Atrás quedó el verano,
la juventud de un día,
y ahora, en el presente,
la mar está tranquila..."

Rafael Sánchez Ortega ©
10/03/17

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