LLEGUÉ HASTA TI CUBIERTO DE AMARGURA...
Llegué hasta ti cubierto de amargura,
con tristeza muy mal disimulada,
tú lo advertiste pronto y contestaste,
con silencio, cariño y sin palabras.
Llegaba muy cansado de la vida
y tenía vidriosa la mirada,
sediento y malherido como amante,
perdida la inocencia y confianza.
Tenía por las noches pesadillas
y un frío muy profundo en las entrañas,
sentía que caía en lo profundo
de un pozo que llevaba hasta la nada.
Quería despertar de aquel absurdo,
remar ansiosamente con mi barca,
huir a los confines de la tierra
buscando nueva vida y esperanza.
Y entonces me tomaste con tu mano
para darme el calor que precisaba,
la sangre que faltaba por mis venas
vacías por heridas en batallas.
Viniste con tu fuerza arrolladora
y me diste la fe que tanto ansiaba,
la estima y confianza que los niños
ansían en su pecho y en su alma.
Y pude continuar con mi camino
dejando tras mis pasos muchas lágrimas,
rescoldos de ese tiempo del pasado
con brumas y tremendas telarañas.
Te debo la razón de seguir vivo
y vivo para ti, en la distancia,
lo hago en el silencio de mis versos
que siempre te transmiten mi palabra.
No olvido la ciudad donde el destino
me hizo renacer y cobrar alas,
ni olvido tu mirada encantadora
tus manos y tus dedos en mi espalda.
Tú fuiste la garante de mi vida,
el ángel defensor de mis fantasmas,
el eco y el suspiro de mi pecho
calmando pesadillas y patrañas.
Te amo corazón y tú lo sabes,
estás en el silencio que me llama,
también en los recuerdos compartidos
y en todos los confines de mi alma.
Rafael Sánchez Ortega ©
14/06/12
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