MIS PISADAS SON MÁS LENTAS QUE HACE AÑOS...



Mis pisadas son más lentas que hace años
y ahora siento la llegada del otoño.
Desnudo mi alma en este instante, sin pensarlo,
en que hago una parada en el camino.
Me miro en el espejo invisible que traza
la ventana de mi alma y veo una figura
muy borrosa que me mira.


No me gusta lo que veo entre la bruma
pues carece de rigor lo que se observa
tras la niebla.
Hay un mundo misterioso que se esconde,
una oscura realidad que me contempla,
unas sombras que protejen otras sombras
y un suspiro que me llega y no sé de donde parte.


Se me agolpan los recuerdos y entre ellos
hay rescoldos de un pasado que no muere,
que resiste los embates de las fechas,
que pervive a pesar de tantas hojas
que se van del calendario.


Veo nombres y figuras,
veo labios que musitan,
veo manos que se acercan y que toman a las mías,
veo cuerpos desnudados que me invitan,
veo ojos que me miran
y hasta besos que me llegan por el aire.
Veo senos virginales que palpitan
y susurran una dulce melodía,
veo el germen de la vida
que florece y que me llama...


Sin embargo doy la vuelta
y me vuelvo hacia el otoño.
A ese tiempo tan dorado de las hojas
de los bosques y las almas,
a esa tierna maravilla donde duermen
las estrellas y los niños,
a esa hermosa conjunción de los sentidos
de los hombres y sus almas.


...Tengo fiebre y mi locura se desborda.
Son los sueños de la infancia los que vuelven,
los que gritan y reclaman ese beso
y ese abrazo inexistente,
es el hambre tan sutil de la inocencia
quien reclama y quien me pide
ese beso deseado que no tuve.


Rafael Sánchez Ortega ©
08/06/12

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