PERDIDA LA MIRADA...


Perdida la mirada,
buscando el infinito,
dos ojos vacilantes
dejaban un suspiro.

Después de la sentada
debajo de los pinos,
con charla muy ligera
regada con buen vino.

Un recio montañero
precisa de unos mimos,
y ensaya una jugada
con arte y con buen tino.

Resbala en la bajada
y cae cual tiovivo,
sentando su trasero
al borde del camino.

Se queja de su hombro
que tiene dolorido,
y entonces gimotean
los ojos de aquel niño.

"Precisa que lo besen",
susurra compungido,
y acallen sus dolores
abrazos y cariños.

Alfredo se nos queja,
se queda blanquecino,
le duele la culera
y el hombro está malito.

¡Ay Rosa de mi alma!,
¡Ay Tere!, ¿dónde has ido?,
¿no veis que un montañero
requiere vuestros mimos?

María bien le atiende
con grácil pañuelito,
le pone recto el hombro
y el brazo en cabestrillo.

Los ojos se le nublan
y busca el infinito,
Alfredo está en la gloria
cansado y aturdido.

"...Perdida la mirada,
soñando como un crío,
un recio montañero
se encuentra en el Olimpo..."

Rafael Sánchez Ortega ©
La Palma, 13/09/13

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