VEN HASTA MÍ...
Ven hasta mi, no temas a mis labios,
siente la voz que grita y que susurra
por culpa de la sangre enfebrecida
que corre, como lava, por mis venas
y busca los rincones de tu cuerpo,
quizás como la brisa, dulcemente,
que escapa del nordeste tan furioso
y quiere ese lugar, en tu regazo.
Roza mi piel de arena y de cenizas
que estremecida siente tu presencia,
para luego diluirse ante tus ojos.
Bésala ya, sin miedo ni reparo
y encontrarás la fuente del sediento,
quizás para esos labios tan sutiles
que imploran a los cielos una lluvia
y luego la deslizan por sus almas.
Siente mi desnudez bajo esa lluvia
y encuentra entre mis brazos los latidos,
el cuerpo irreverente, en su inocencia,
las sendas que quisieras recorrer,
los surcos que hay plagados de secretos,
el néctar y el pecado que se aloja
allí, donde no llegan las miradas,
y donde solo el sexo está latente.
Porque tu sangre es fuego y yo la siento,
como percibo al río y al meandro,
y espero esa corriente, en su locura,
impetuosa y brava, que me abraza,
que aumenta la ceguera de mis ojos
haciendo de mis dedos, lazarillos,
que buscan ese cuerpo, que es tu cuerpo,
tan ardiente, al que deseo y al que amo.
Quiero tu desnudez ante mis ojos,
pues mis dedos nerviosos, de impaciencia,
reclaman tu presencia, sin palabras;
te piden que te duermas a mi lado,
que sacies, con tus manos, mis gemidos
allí, donde el temblor es evidente,
donde castiga el mar en sus embates
y alivies, con tus labios, esa herida.
Mira a tu alrededor
piensa en tu desnudez, al ver la mía,
y tápame, despacio, con tus besos.
Rafael Sánchez Ortega ©
09/07/15
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