TUS OJOS DESPEDÍAN A LA TARDE...
Tus ojos despedían a la tarde
y yo te contemplaba en el silencio,
miraba como tú, en la distancia,
el dulce colorido del reflejo.
Buscaba la caricia de tus labios
y el suave escalofrío de tus besos,
tus manos, mientras tanto, entre mis manos,
sentían ese roce de mis dedos.
Y entonces nos quedamos sin palabras
envueltos en un halo de misterio,
quería ser tu amigo y ser tu amante
y hacerte la princesa de mis sueños.
Más tú, tan deliciosa, como siempre,
buscaste la caricia de mi pecho,
querías disfrutar de aquel instante
cerrando tus ojitos con esmero.
No sé que nos sacó de aquel letargo,
quizás la oscuridad o el mar violento,
llegando hasta la playa tan tranquila
con olas que extendían sus cabellos.
Te dije que te amaba, en ese instante,
y lo hice sin dudar, fue en un momento,
y tú me sonreíste con tus labios
llorando y confirmando mi deseo.
Y luego que se hablaron nuestras almas
dejamos desnudarse a nuestros cuerpos,
lo hicieron en silencio y temblorosas,
las manos que rozaron a los senos.
Más tarde nos metimos en el agua
buscando en el salitre el vil efecto,
la eterna maravilla que excitara
la sangre y la pasión de sus encierros.
Recuerdo que sonaron las sirenas,
los barcos regresaban hacia el puerto,
de lejos escuchamos sus motores
vibrando con sus cantos marineros.
Y entonces entendimos a los mares
la eterna algarabía del océano,
el verde y ceniciento añil marino
cual manto de otro mundo y sentimientos.
Cerramos nuestros ojos sin pensarlo
al aire y a la brisa, que en su beso,
dejaba en nuestros cuerpos mil suspiros
de lava y de caricias en su juego.
De pronto decidimos retirarnos,
volver a la ribera y el paseo,
unidas nuestras almas para siempre
y anclados nuestros besos por el fuego.
"...Tus ojos despedían a la tarde
y yo te contemplaba con anhelo,
miraba como tú, al horizonte
tan dulce, con su estampa, y tan sereno..."
Rafael Sánchez Ortega ©
23/02/13
y yo te contemplaba en el silencio,
miraba como tú, en la distancia,
el dulce colorido del reflejo.
Buscaba la caricia de tus labios
y el suave escalofrío de tus besos,
tus manos, mientras tanto, entre mis manos,
sentían ese roce de mis dedos.
Y entonces nos quedamos sin palabras
envueltos en un halo de misterio,
quería ser tu amigo y ser tu amante
y hacerte la princesa de mis sueños.
Más tú, tan deliciosa, como siempre,
buscaste la caricia de mi pecho,
querías disfrutar de aquel instante
cerrando tus ojitos con esmero.
No sé que nos sacó de aquel letargo,
quizás la oscuridad o el mar violento,
llegando hasta la playa tan tranquila
con olas que extendían sus cabellos.
Te dije que te amaba, en ese instante,
y lo hice sin dudar, fue en un momento,
y tú me sonreíste con tus labios
llorando y confirmando mi deseo.
Y luego que se hablaron nuestras almas
dejamos desnudarse a nuestros cuerpos,
lo hicieron en silencio y temblorosas,
las manos que rozaron a los senos.
Más tarde nos metimos en el agua
buscando en el salitre el vil efecto,
la eterna maravilla que excitara
la sangre y la pasión de sus encierros.
Recuerdo que sonaron las sirenas,
los barcos regresaban hacia el puerto,
de lejos escuchamos sus motores
vibrando con sus cantos marineros.
Y entonces entendimos a los mares
la eterna algarabía del océano,
el verde y ceniciento añil marino
cual manto de otro mundo y sentimientos.
Cerramos nuestros ojos sin pensarlo
al aire y a la brisa, que en su beso,
dejaba en nuestros cuerpos mil suspiros
de lava y de caricias en su juego.
De pronto decidimos retirarnos,
volver a la ribera y el paseo,
unidas nuestras almas para siempre
y anclados nuestros besos por el fuego.
"...Tus ojos despedían a la tarde
y yo te contemplaba con anhelo,
miraba como tú, al horizonte
tan dulce, con su estampa, y tan sereno..."
Rafael Sánchez Ortega ©
23/02/13
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