YO TENGO QUE ESCRIBIR, AUNQUE NO QUIERA...
Yo tengo que escribir, aunque no quiera,
y hacerlo de manera muy sensata,
dejando los prejuicios y el orgullo
a un lado de las letras que me salgan.
Confieso que me encuentro desarmado
carente de la pluma, cual espada,
que anima los temblores de mis dedos
y templa las cuartillas arrugadas.
Las letras van saliendo lentamente
y ocupan su lugar en la "pizarra",
un orden aleatorio y caprichoso
igual que bailarinas en la danza.
Recuerdan mariposas en otoño
dejando sensaciones en el alma,
llenando de alegría y de colores
los ojos que las miran cuando pasan.
Y tengo que escribir de muchas cosas,
de niños que jugaban en la playa
y hacían, con sus manos en la arena,
castillos con torretas inclinadas.
También de los obreros que, dormidos,
pasaban caminando en la mañana,
con ojos indolentes y cansados
cubiertos con zamarras y bufandas.
Y tengo que escribir de las mujeres,
las firmes valedoras de las casas,
en busca de la hogaza y el pan tierno,
la leche de las vacas de la granja.
Y tengo que escribir de los abuelos,
pacientes, con miradas resignadas,
buscando más allá del horizonte
la raya que les une y les separa.
"...Yo tengo que escribir, aunque no quiera,
y cuesta construir estas palabras,
escribo suspirando lo que siento
sin tinta y sin libreta en que plasmarlas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
07/02/13
y hacerlo de manera muy sensata,
dejando los prejuicios y el orgullo
a un lado de las letras que me salgan.
Confieso que me encuentro desarmado
carente de la pluma, cual espada,
que anima los temblores de mis dedos
y templa las cuartillas arrugadas.
Las letras van saliendo lentamente
y ocupan su lugar en la "pizarra",
un orden aleatorio y caprichoso
igual que bailarinas en la danza.
Recuerdan mariposas en otoño
dejando sensaciones en el alma,
llenando de alegría y de colores
los ojos que las miran cuando pasan.
Y tengo que escribir de muchas cosas,
de niños que jugaban en la playa
y hacían, con sus manos en la arena,
castillos con torretas inclinadas.
También de los obreros que, dormidos,
pasaban caminando en la mañana,
con ojos indolentes y cansados
cubiertos con zamarras y bufandas.
Y tengo que escribir de las mujeres,
las firmes valedoras de las casas,
en busca de la hogaza y el pan tierno,
la leche de las vacas de la granja.
Y tengo que escribir de los abuelos,
pacientes, con miradas resignadas,
buscando más allá del horizonte
la raya que les une y les separa.
"...Yo tengo que escribir, aunque no quiera,
y cuesta construir estas palabras,
escribo suspirando lo que siento
sin tinta y sin libreta en que plasmarlas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
07/02/13
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