ME ABRAZARÉ AL SILENCIO DE LA TARDE...
Me abrazaré al silencio de la tarde
para encontrar en él lo que yo ansío,
la hermosa poesía de la vida
temblando en la escollera del destino.
Es fácil que me acosen los recuerdos
y vengan con retales escondidos,
envueltos con minutos de un pasado
ya muerto y enviado hacia el vacío.
Es fácil que hasta lloren las estrellas
y rieguen con sus lágrimas los nidos,
y vuelen las alondras asustadas
buscando las riberas de los ríos.
Quisiera que el silencio fuera eterno,
que nadie interrumpiera su sonido,
la eterna melodía sacrosanta
del hombre en comunión consigo mismo.
Me abrazaré al silencio de la tarde,
-de nuevo eso me digo y me repito-,
para encontrar allí la dulce calma
que enlaza margaritas con los lirios.
Y entonces, es posible, que hasta sueñe,
que vibre con los ojos tan bonitos,
que escuche aquellos versos desgranados
dejados con su voz y en un suspiro.
No quiero más sonrisas ni recuerdos,
si acaso retener unos latidos,
la estrofa que brillaba en sus pupilas
y el verso que brotó del infinito.
Por eso me refugio en el presente,
y mando los recuerdos al olvido,
prefiero en el abrazo tu silencio,
¡oh mar de mis amores y mi amigo...!
Me abrazaré al silencio de la tarde
y olvidaré momentos ya vividos,
yo quiero gobernar, desde el silencio,
el rumbo en que se enfile mi navío.
Yo quiero que se apaguen las farolas
y luzcan cuando pasen los mendigos,
aquellos que suplican las migajas
de un trozo de candor y de cariño.
Yo quiero que renueven las mareas
las naves de la playa, y sus castillos,
que fueron construidos por las manos,
pacientes e inocentes de los niños.
Y quiero que sus labios, tan sedientos,
se mezclen un momento con los míos,
me presten ese aroma inconfundible
del yodo y el salitre prometido.
"...Me abrazaré al silencio de la tarde
y cerraré los ojos con alivio,
para escuchar la nana de las olas
que elevarán mi alma hasta el Olimpo..."
Rafael Sánchez Ortega ©
12/07/13
para encontrar en él lo que yo ansío,
la hermosa poesía de la vida
temblando en la escollera del destino.
Es fácil que me acosen los recuerdos
y vengan con retales escondidos,
envueltos con minutos de un pasado
ya muerto y enviado hacia el vacío.
Es fácil que hasta lloren las estrellas
y rieguen con sus lágrimas los nidos,
y vuelen las alondras asustadas
buscando las riberas de los ríos.
Quisiera que el silencio fuera eterno,
que nadie interrumpiera su sonido,
la eterna melodía sacrosanta
del hombre en comunión consigo mismo.
Me abrazaré al silencio de la tarde,
-de nuevo eso me digo y me repito-,
para encontrar allí la dulce calma
que enlaza margaritas con los lirios.
Y entonces, es posible, que hasta sueñe,
que vibre con los ojos tan bonitos,
que escuche aquellos versos desgranados
dejados con su voz y en un suspiro.
No quiero más sonrisas ni recuerdos,
si acaso retener unos latidos,
la estrofa que brillaba en sus pupilas
y el verso que brotó del infinito.
Por eso me refugio en el presente,
y mando los recuerdos al olvido,
prefiero en el abrazo tu silencio,
¡oh mar de mis amores y mi amigo...!
Me abrazaré al silencio de la tarde
y olvidaré momentos ya vividos,
yo quiero gobernar, desde el silencio,
el rumbo en que se enfile mi navío.
Yo quiero que se apaguen las farolas
y luzcan cuando pasen los mendigos,
aquellos que suplican las migajas
de un trozo de candor y de cariño.
Yo quiero que renueven las mareas
las naves de la playa, y sus castillos,
que fueron construidos por las manos,
pacientes e inocentes de los niños.
Y quiero que sus labios, tan sedientos,
se mezclen un momento con los míos,
me presten ese aroma inconfundible
del yodo y el salitre prometido.
"...Me abrazaré al silencio de la tarde
y cerraré los ojos con alivio,
para escuchar la nana de las olas
que elevarán mi alma hasta el Olimpo..."
Rafael Sánchez Ortega ©
12/07/13
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