NO QUIERO QUE SE ENSUCIEN LOS CRISTALES...
No quiero que se ensucien los cristales
por culpa de un reflejo irreverente,
ni quiero que te sientas obligada
por culpa de mis letras a quererme.
Separo las cortinas de la vida
y busco en las fontanas esas veces
aquellas que aplacaron mis saudades
con agua cristalina y transparente.
Repaso los caminos transitados,
recuerdo los desiertos y vergeles,
y añoro, de la noche, sus misterios,
la calma y plenitud con sus placeres.
Añoro a las sirenas temblorosas
hablando y musitando entre las redes,
al lado de traineras ancestrales
cubiertas de verdín y de percebes.
Añoro a las estrellas que en el cielo
alumbran los paseos y el nordeste,
y dejan que se funda la nostalgia
en medio de la noche siempre breve.
Mas debo confesar, en tu descargo,
el verso de tus ojos que sostienen,
la dulce melodía de unos labios
y el ramo reluciente de claveles.
El verso de tus ojos fue el primero
que hizo que lloraran los cipreses,
cubiertos del rocío y del romance
al son de las campanas lentamente.
La bella melodía resonaba
en medio del rosario y miserere,
dos almas enfrentados al destino
en medio de batallas, sin laureles.
El ramo reluciente fue la guinda
cubiertos los claveles por el verde,
aquel que desprendían las praderas
y el mismo de tus ojos tan celestes.
"...No quiero que se ensucien los cristales
por culpa de reproches muy crueles,
prefiero retirarme hacia la nada
en busca del silencio y de la nieve..."
Rafael Sánchez Ortega ©
22/08/13
por culpa de un reflejo irreverente,
ni quiero que te sientas obligada
por culpa de mis letras a quererme.
Separo las cortinas de la vida
y busco en las fontanas esas veces
aquellas que aplacaron mis saudades
con agua cristalina y transparente.
Repaso los caminos transitados,
recuerdo los desiertos y vergeles,
y añoro, de la noche, sus misterios,
la calma y plenitud con sus placeres.
Añoro a las sirenas temblorosas
hablando y musitando entre las redes,
al lado de traineras ancestrales
cubiertas de verdín y de percebes.
Añoro a las estrellas que en el cielo
alumbran los paseos y el nordeste,
y dejan que se funda la nostalgia
en medio de la noche siempre breve.
Mas debo confesar, en tu descargo,
el verso de tus ojos que sostienen,
la dulce melodía de unos labios
y el ramo reluciente de claveles.
El verso de tus ojos fue el primero
que hizo que lloraran los cipreses,
cubiertos del rocío y del romance
al son de las campanas lentamente.
La bella melodía resonaba
en medio del rosario y miserere,
dos almas enfrentados al destino
en medio de batallas, sin laureles.
El ramo reluciente fue la guinda
cubiertos los claveles por el verde,
aquel que desprendían las praderas
y el mismo de tus ojos tan celestes.
"...No quiero que se ensucien los cristales
por culpa de reproches muy crueles,
prefiero retirarme hacia la nada
en busca del silencio y de la nieve..."
Rafael Sánchez Ortega ©
22/08/13
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario