SE ESTREMECEN LOS OJOS SIN NOMBRE...
Se estremecen los ojos sin nombre
y suspiran los labios que sienten,
hay tristeza y dolor en las almas
y una niebla voraz que sorprende.
Las estrellas llorosas sonríen
a pesar de la escarcha y la nieve,
y una luna fugaz, sin destino,
da su ronda leal y creciente.
He salido a mirar a las rosas
y a regar el jardín tan solemne,
donde crecen quizás sentimientos,
donde viven, se forjan y mueren.
He buscado el rincón con tu nombre,
la figura y el labio impaciente,
esos ojos que tanto dijeron
y aquel beso que vino a mis sienes.
Pero nada salió de respuesta,
ni siquiera el reflejo latente,
el de un día soñando y amando,
sin cesar, con la paz de los muelles.
Me envolvió la quietud del silencio
con el manto sutil y perenne,
y también el abrazo sin nombre
de la noche que tanto nos quiere.
Recordé los susurros pasados,
las verbenas con lindos cohetes,
las promesas dictadas del baile
y aquel beso con música breve.
Más no pude volverte a la vida,
corazón de latón que estremeces,
ni tampoco robé tus latidos
trasladando el pasado al presente.
Y quedé solitario en la tarde
contemplando el pasar de los trenes,
y el fulgor de cometas lejanos
tras los riscos nevados y agrestes.
Y así fue la sencilla batalla
de un Quijote marchando a su suerte,
escalando los muros más altos
y luchando quizás, con paredes.
Al final me quedaron los libros,
los cuadernos soñados de siempre,
los que guardan las lindas historias
los que acogen la pluma valiente.
Y allí van mis poemas sin nombre,
con sus versos a veces crueles,
y de otros que secan los ojos
con sonrisas y bromas alegres.
"...Se estremecen los ojos sin nombre
y también las estrellas silentes,
ya los mares susurran despacio
un arpegio de amor y de fiebre..."
Rafael Sánchez Ortega ©
17/08/13
y suspiran los labios que sienten,
hay tristeza y dolor en las almas
y una niebla voraz que sorprende.
Las estrellas llorosas sonríen
a pesar de la escarcha y la nieve,
y una luna fugaz, sin destino,
da su ronda leal y creciente.
He salido a mirar a las rosas
y a regar el jardín tan solemne,
donde crecen quizás sentimientos,
donde viven, se forjan y mueren.
He buscado el rincón con tu nombre,
la figura y el labio impaciente,
esos ojos que tanto dijeron
y aquel beso que vino a mis sienes.
Pero nada salió de respuesta,
ni siquiera el reflejo latente,
el de un día soñando y amando,
sin cesar, con la paz de los muelles.
Me envolvió la quietud del silencio
con el manto sutil y perenne,
y también el abrazo sin nombre
de la noche que tanto nos quiere.
Recordé los susurros pasados,
las verbenas con lindos cohetes,
las promesas dictadas del baile
y aquel beso con música breve.
Más no pude volverte a la vida,
corazón de latón que estremeces,
ni tampoco robé tus latidos
trasladando el pasado al presente.
Y quedé solitario en la tarde
contemplando el pasar de los trenes,
y el fulgor de cometas lejanos
tras los riscos nevados y agrestes.
Y así fue la sencilla batalla
de un Quijote marchando a su suerte,
escalando los muros más altos
y luchando quizás, con paredes.
Al final me quedaron los libros,
los cuadernos soñados de siempre,
los que guardan las lindas historias
los que acogen la pluma valiente.
Y allí van mis poemas sin nombre,
con sus versos a veces crueles,
y de otros que secan los ojos
con sonrisas y bromas alegres.
"...Se estremecen los ojos sin nombre
y también las estrellas silentes,
ya los mares susurran despacio
un arpegio de amor y de fiebre..."
Rafael Sánchez Ortega ©
17/08/13
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