HE BAJADO, SIN DUDA, A LOS INFIERNOS...
He bajado, sin duda, a los infiernos,
a beber en su fiebre desatada,
y encontré la pasión que allí existía
con el hielo y cristales de esperanza.
He sentido el azote de la bestia,
el fugaz sarpullido de las llamas,
y también el temblor inexplicable
de ese frío que cruza las espaldas.
Pero el miedo que cunde a todas horas,
el que sube la fiebre y la desata,
es también ese hielo erosionado
como un témpano fiel en la balanza.
Tengo miedo, lo digo y lo confieso,
de ceder a chantajes y patrañas,
de caer en las redes tan tupidas
de febriles y heladas emboscadas.
Yo sé bien lo que sienten los poetas
y también lo que ansían las cigarras,
pero sufro la sed de tanta fiebre
y el sudor de ese hielo que me atrapa.
Es pasar del amor y del cariño,
a ser pasto del fuego entre las llamas,
y de ser esa gota del rocío
a la gota, en la rosa, con la helada.
Es posible que digan tonterías
estos labios ardientes y sin agua,
y que piensen borrosas sensaciones
este pecho helado en sus entrañas.
Pero sé que el amor sin condiciones,
el que das y el que entregas sin palabras,
es un fuego y un hielo derretido,
un volcán de intrincadas telarañas.
"...He bajado, sin duda, a los infiernos,
porque así decidió que yo bajara,
una fiebre ardorosa y muy cobarde
que cubría de hielo sus pestañas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/11/13
a beber en su fiebre desatada,
y encontré la pasión que allí existía
con el hielo y cristales de esperanza.
He sentido el azote de la bestia,
el fugaz sarpullido de las llamas,
y también el temblor inexplicable
de ese frío que cruza las espaldas.
Pero el miedo que cunde a todas horas,
el que sube la fiebre y la desata,
es también ese hielo erosionado
como un témpano fiel en la balanza.
Tengo miedo, lo digo y lo confieso,
de ceder a chantajes y patrañas,
de caer en las redes tan tupidas
de febriles y heladas emboscadas.
Yo sé bien lo que sienten los poetas
y también lo que ansían las cigarras,
pero sufro la sed de tanta fiebre
y el sudor de ese hielo que me atrapa.
Es pasar del amor y del cariño,
a ser pasto del fuego entre las llamas,
y de ser esa gota del rocío
a la gota, en la rosa, con la helada.
Es posible que digan tonterías
estos labios ardientes y sin agua,
y que piensen borrosas sensaciones
este pecho helado en sus entrañas.
Pero sé que el amor sin condiciones,
el que das y el que entregas sin palabras,
es un fuego y un hielo derretido,
un volcán de intrincadas telarañas.
"...He bajado, sin duda, a los infiernos,
porque así decidió que yo bajara,
una fiebre ardorosa y muy cobarde
que cubría de hielo sus pestañas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/11/13
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