NO PUEDO COMPRENDER...
No puedo comprender de qué manera
volaron las cenizas por la ría,
ni puedo conseguir, que la memoria,
separe los nordestes de la brisa.
Me queda la emoción del navegante,
del joven escalando hasta la cima,
del hombre con sus pasos, peregrino,
llegando arrodillado a la hornacina.
Se funden y confunden pensamientos,
recuerdos de ilusión y fantasía,
momentos de esplendor y alunizaje
y de otros que embellecen las mejillas.
Hay ratos de silencio y soledad
que nunca morirán en las pupilas,
y hay ratos de pasión y de lujuria
que siempre quedarán en las retinas.
No puedo comprender cómo, de pronto,
un día amaneció, sin ser de día,
ni puedo comprender cómo, una noche,
de pronto se volvió luz infinita.
Volaron los preceptos y pecados,
marcharon a riberas más tranquilas,
se fueron con morales y entelequias
a un mundo de emociones más sencillas.
Y entonces me quedé con la resaca
del hambre y de la sed que me imbuía,
lujuria capital de los sentidos
del gran masturbador de la otra vida.
Sonaron las alertas en la mente
y el alma despertó muy dolorida,
allí resucitaba el Don Quijote
pisando el camposanto de Castilla.
No puedo comprender por qué te fuiste,
dejando tras tus pasos margaritas,
ni el rumbo que tomaste con tus pasos,
ni cómo abandonaste la campiña.
Más sé que me quedé con el silencio,
llorando sin parar en esa orilla,
a un lado donde quedan los valientes
y al otro donde acaban los suicidas.
Maldije como nunca mi destino
y el acto de soberbia y cobardía,
no supe dar el salto, en su momento,
y allí yo me quedé con tu sonrisa.
Ahora yo me encuentro encadenado,
luchando por salir de esta agonía,
sintiendo que la vida se me escapa
por culpa de un amor y de su herida.
"...No puedo comprender cuánto te he amado,
ni acierto a musitar "que te quería",
más sé que estás en mí, y en mi recuerdo,
y siempre lo estarás mientras yo viva..."
Rafael Sánchez Ortega ©
13/11/13
volaron las cenizas por la ría,
ni puedo conseguir, que la memoria,
separe los nordestes de la brisa.
Me queda la emoción del navegante,
del joven escalando hasta la cima,
del hombre con sus pasos, peregrino,
llegando arrodillado a la hornacina.
Se funden y confunden pensamientos,
recuerdos de ilusión y fantasía,
momentos de esplendor y alunizaje
y de otros que embellecen las mejillas.
Hay ratos de silencio y soledad
que nunca morirán en las pupilas,
y hay ratos de pasión y de lujuria
que siempre quedarán en las retinas.
No puedo comprender cómo, de pronto,
un día amaneció, sin ser de día,
ni puedo comprender cómo, una noche,
de pronto se volvió luz infinita.
Volaron los preceptos y pecados,
marcharon a riberas más tranquilas,
se fueron con morales y entelequias
a un mundo de emociones más sencillas.
Y entonces me quedé con la resaca
del hambre y de la sed que me imbuía,
lujuria capital de los sentidos
del gran masturbador de la otra vida.
Sonaron las alertas en la mente
y el alma despertó muy dolorida,
allí resucitaba el Don Quijote
pisando el camposanto de Castilla.
No puedo comprender por qué te fuiste,
dejando tras tus pasos margaritas,
ni el rumbo que tomaste con tus pasos,
ni cómo abandonaste la campiña.
Más sé que me quedé con el silencio,
llorando sin parar en esa orilla,
a un lado donde quedan los valientes
y al otro donde acaban los suicidas.
Maldije como nunca mi destino
y el acto de soberbia y cobardía,
no supe dar el salto, en su momento,
y allí yo me quedé con tu sonrisa.
Ahora yo me encuentro encadenado,
luchando por salir de esta agonía,
sintiendo que la vida se me escapa
por culpa de un amor y de su herida.
"...No puedo comprender cuánto te he amado,
ni acierto a musitar "que te quería",
más sé que estás en mí, y en mi recuerdo,
y siempre lo estarás mientras yo viva..."
Rafael Sánchez Ortega ©
13/11/13
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