PENSÉ QUE TE PERDÍA...
Pensé que te perdía, aquella noche,
por culpa del alcohol y la bebida,
marchabas de mi lado, sin remedio,
a un mundo de ilusión y fantasía.
Recuerdo las oscuras telarañas
y el beso tan cruel, con la sonrisa,
que apenas me llegaba, tan lejano,
cual soplo envenenado de la vida.
Fue un trago muy cruel, lo reconozco,
y el mismo quedó envuelto en la neblina,
de un tiempo juvenil, tal vez ausente,
y encanto sugerente de la brisa.
Las olas que llegaban a la playa,
la arena tan dorada y tan bonita,
el cielo verde azul, tras esos mares,
con nubes de tendencia blanquecina.
Descanso de los dioses, sin saberlo,
absortos y aburridos en su villa,
ajenos a problemas de los hombres
y amores de presencias infinitas.
Por eso se sacaron de la manga
auténticas historias, día a día,
que hablaban de leyendas y dragones
raptando a las doncellas y a las niñas.
Y yo las releía sin descanso
tratando de encontrar las margaritas,
aquellas que citaban los poetas
y luego las plasmaban en sus rimas.
Por eso se encendieron las entrañas
la noche en que, creí verte perdida,
marchando con tus pasos lentamente
muy lejos, en la playa y por su orilla.
Tembló mi corazón por un instante,
y todo se nubló tras las cortinas,
mis ojos sollozaron débilmente
y luego recobraron la alegría.
Rafael Sánchez Ortega ©
21/06/14
por culpa del alcohol y la bebida,
marchabas de mi lado, sin remedio,
a un mundo de ilusión y fantasía.
Recuerdo las oscuras telarañas
y el beso tan cruel, con la sonrisa,
que apenas me llegaba, tan lejano,
cual soplo envenenado de la vida.
Fue un trago muy cruel, lo reconozco,
y el mismo quedó envuelto en la neblina,
de un tiempo juvenil, tal vez ausente,
y encanto sugerente de la brisa.
Las olas que llegaban a la playa,
la arena tan dorada y tan bonita,
el cielo verde azul, tras esos mares,
con nubes de tendencia blanquecina.
Descanso de los dioses, sin saberlo,
absortos y aburridos en su villa,
ajenos a problemas de los hombres
y amores de presencias infinitas.
Por eso se sacaron de la manga
auténticas historias, día a día,
que hablaban de leyendas y dragones
raptando a las doncellas y a las niñas.
Y yo las releía sin descanso
tratando de encontrar las margaritas,
aquellas que citaban los poetas
y luego las plasmaban en sus rimas.
Por eso se encendieron las entrañas
la noche en que, creí verte perdida,
marchando con tus pasos lentamente
muy lejos, en la playa y por su orilla.
Tembló mi corazón por un instante,
y todo se nubló tras las cortinas,
mis ojos sollozaron débilmente
y luego recobraron la alegría.
Rafael Sánchez Ortega ©
21/06/14
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario