¿POR QUÉ NO...?
¿Eso me digo, ¿por qué no?...
¿Por qué no dejar volar la imaginación
y volar y soñar?,
¿por qué no cerrar los ojos,
parar en la lectura y dejar que los dedos
digan todo aquello que la mente piensa?,
¿por qué no hacer versos en esta hora sagrada
y tratar de sustraer un poco de uno mismo
y convertirlo en un suspiro que intentarías
llevar al ser amado,
que puede dormir cerca o lejos, según se mire,
o estar en ese duerme vela impaciente
y desasosegado por el calor...?
Sí, es así,
si puedes parar en la lectura,
si eres capaz de centrarte en lo que haces,
entonces no lo dudes y ve hasta el teclado.
Allí deja a tus dedos que hablen,
que sigan los dictados de tu alma
y que expresen todo aquello que guarda la misma.
Que fabriquen versos
y que renazcan los besos de antaño,
que junten las margaritas y las rosas
de una tarde con las estrofas balbuceantes
que puedan surgir de ese pecho.
Y si aún tienen fuerzas, al final,
quizás logren recuperar y redactar
aquel suspiro velado y arrancado
que unos labios emitieron una noche junto a tu oído
y aquel nombre sagrado: "tu nombre",
que tanto te hizo estremecer.
Porque la vida es así de sencilla,
quizás como ese poema que la mano traza lentamente,
y que los dedos van depositando
en el cuaderno con las letras nerviosas
y ese miedo irreverente
a dejar una palabra mal colocada,
una sílaba deforma y sin rima asonante
y un ritmo desmedido y chirriante,
cuando lo que se buscaba
era la palabra exacta y sensible,
la mirada tierna que llegara al corazón,
el roce preciso y sublime
que acariciara el cuerpo amado
y le arrancara mil suspiros
y el beso interminable dejado
en una frente soñadora que dormía a tu lado.
Así que me digo nuevamente:
¿y por qué no intentarlo?,
¿a qué tengo miedo?,
¿quizás a pronunciar la palabra sagrada del amor?,
¿a decir te amo a quien de verdad amas?,
¿a refrenar los latidos del corazón acelerado
que lo proclama una y otra vez constantemente?
...Supongo que se puede amar de muchas maneras,
igual que ayer, igual que ahora
y puede que como mañana,
pero siempre con la fe y la esperanza
de saber que alguien te escucha,
que alguien te espera
y que alguien, sencillamente,
cuando recibe unas letras parecidas,
siente un pequeño cosquilleo en su alma
y esa coraza que tiene puesta,
se resquebraja un poquito
y se hace más humana y más mortal,
a la vez que se humedecen sus ojos
sin darse cuenta.
Rafael Sánchez Ortega ©
17/07/14
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