AÚN ME DUELE ESE CÁLIZ DE LA VIDA...
Aún me duele ese cáliz de la vida
que apuré de otros labios dulcemente
y recuerdo la tarde en que mi mente
se nubló para siempre entristecida.
Tengo aquí las secuelas, y la herida
del espino clavado cruelmente,
por la rosa soñada y diferente
que creí que era el fruto de la huida.
Un suspiro se escapa de mi pecho
y va a ti, corazón enamorado,
que le esperas con lágrimas saladas.
Quiero ser ese hombre, que en el lecho,
sea el niño, paciente y entregado,
que renueve tus brasas apagadas.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/11/14
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