ME ACOSAN LAS MENTIRAS DE LOS HOMBRES...
Me acosan las mentiras de los hombres
y quiero ser un niño en la ribera,
un pobre soñador con sus harapos
que mira por la noche a las estrellas.
No entiendo la ceguera de las gentes,
ni veo en sus pupilas lo que encierran,
mentiras que responden a mentiras
y ausencia de verdades tras sus cejas.
Sabía que los hombres son crueles,
que gozan con el mal y las peleas,
que llevan ese estigma entre su sangre
y corre por arterias y por venas.
Entonces el veneno se propaga
y llega hasta las almas cual mareas,
hurgando sin cesar en las heridas
que expulsan tanto pus hasta la tierra.
Me acosan las mentiras de los hombres
que son como loritos, que no piensan,
repiten las mil frases acuñadas
que escuchan a oradores y profetas.
Me duele comprobar que las personas
son hojas que la brisa bambolea,
peleles de un teatro imaginario,
comparsas y perfectas marionetas.
Yo quiero que los hombres sean ellos
y vean de los niños, la inocencia,
aquella que proclaman en sus frentes,
la misma que sus almas bien reflejan.
Los niños que bien saben de verdades,
los niños del amor que tanto sueñan,
los mismos que persiguen mariposas
y vuelan con las sombras del cometa.
"...Me acosan las mentiras de los hombres
y más de las mentiras que se inventan,
los niños no precisan de mentiras,
si acaso de caricias y paciencia..."
Rafael Sánchez Ortega ©
31/10/14
y quiero ser un niño en la ribera,
un pobre soñador con sus harapos
que mira por la noche a las estrellas.
No entiendo la ceguera de las gentes,
ni veo en sus pupilas lo que encierran,
mentiras que responden a mentiras
y ausencia de verdades tras sus cejas.
Sabía que los hombres son crueles,
que gozan con el mal y las peleas,
que llevan ese estigma entre su sangre
y corre por arterias y por venas.
Entonces el veneno se propaga
y llega hasta las almas cual mareas,
hurgando sin cesar en las heridas
que expulsan tanto pus hasta la tierra.
Me acosan las mentiras de los hombres
que son como loritos, que no piensan,
repiten las mil frases acuñadas
que escuchan a oradores y profetas.
Me duele comprobar que las personas
son hojas que la brisa bambolea,
peleles de un teatro imaginario,
comparsas y perfectas marionetas.
Yo quiero que los hombres sean ellos
y vean de los niños, la inocencia,
aquella que proclaman en sus frentes,
la misma que sus almas bien reflejan.
Los niños que bien saben de verdades,
los niños del amor que tanto sueñan,
los mismos que persiguen mariposas
y vuelan con las sombras del cometa.
"...Me acosan las mentiras de los hombres
y más de las mentiras que se inventan,
los niños no precisan de mentiras,
si acaso de caricias y paciencia..."
Rafael Sánchez Ortega ©
31/10/14
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