TE BUSCO ENTRE LOS PLIEGUES DE LAS NUBES...
Te busco entre los pliegues de las nubes
y encuentro, en el otoño, tu mirada,
la misma que tenía Blanca Nieves
y ahora me mostraban tus pestañas.
La risa cantarina de tus labios,
la voz tan armoniosa y encantada,
llegaba con la brisa del oeste
quizás acompañada por un arpa.
Tus dedos me rozaban, sin saberlo,
borraban las arrugas de mi cara,
tomaban a mis besos de los labios
y raudos, a los tuyos, les llevaban.
Las aguas de noviembre se pararon,
dejando por las calles muchas charcas,
en ellas no flotaban los barquitos
del niño soñoliento que te amaba.
No sé si los gorriones con sus rimas,
volaron más allá de nuestras almas,
de pronto presentí, que tu cariño,
rompía las barreras y la nada.
Llegaba hasta mi lado impetuoso,
venía como llegan las resacas,
tan lleno de pasión y de deseo,
que hacía que mi sangre se alterara.
Entonces yo soñaba con tu abrazo,
rasgaba el manto gris de la distancia,
sentía los furores de la sangre
corriendo por mis venas desbordada.
Quería acariciarte con mis dedos,
robar tanta ternura que te embarga,
y luego desnudarte lentamente
en medio de un poema sin palabras...
"...Te busco entre los pliegues de las nubes,
a ti, mi cenicienta reencarnada,
te busca, y no lo niego, cada día,
el alma, de este niño, que te ama..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/11/14
y encuentro, en el otoño, tu mirada,
la misma que tenía Blanca Nieves
y ahora me mostraban tus pestañas.
La risa cantarina de tus labios,
la voz tan armoniosa y encantada,
llegaba con la brisa del oeste
quizás acompañada por un arpa.
Tus dedos me rozaban, sin saberlo,
borraban las arrugas de mi cara,
tomaban a mis besos de los labios
y raudos, a los tuyos, les llevaban.
Las aguas de noviembre se pararon,
dejando por las calles muchas charcas,
en ellas no flotaban los barquitos
del niño soñoliento que te amaba.
No sé si los gorriones con sus rimas,
volaron más allá de nuestras almas,
de pronto presentí, que tu cariño,
rompía las barreras y la nada.
Llegaba hasta mi lado impetuoso,
venía como llegan las resacas,
tan lleno de pasión y de deseo,
que hacía que mi sangre se alterara.
Entonces yo soñaba con tu abrazo,
rasgaba el manto gris de la distancia,
sentía los furores de la sangre
corriendo por mis venas desbordada.
Quería acariciarte con mis dedos,
robar tanta ternura que te embarga,
y luego desnudarte lentamente
en medio de un poema sin palabras...
"...Te busco entre los pliegues de las nubes,
a ti, mi cenicienta reencarnada,
te busca, y no lo niego, cada día,
el alma, de este niño, que te ama..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/11/14
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