ME EXTRAÑA QUE LAS OLAS...
Me extraña que las olas no sigan sus dictados,
se muestren temerosas, vencidas bajo el manto
de un cielo azul celeste que ofrece mil abrazos;
desnudas y con miedo, las olas de que hablo,
ya van contra las rocas, rompiendo sin descanso.
Parecen mariposas que vuelan paso a paso,
marchando sin destino, a puertos nada claros,
su paso balbuceante, asombra al más cuitado,
que mira como pasan las olas de este cuadro,
imágenes sagradas de mares olvidados,
de playas misteriosas y tardes con ocasos,
suspiros que destilan las brisas y los faros,
nordestes de otros tiempos rozando los costados.
Parecen marionetas que muevan muchas manos,
galernas incipientes, preludios de un verano,
dormidas margaritas, que yacen por los prados.
Yo miro y las contemplo oculto bajo un árbol,
un pino silencioso, me presta su regazo,
y allí, bajo su sombra, las miro con descaro,
las miro y las remiro, desnudas avanzando,
sus rizos cantarinos espumas van dejando,
jirones de la niebla, que ofrecen mil retratos,
colinas sinuosas, que avanzan boca abajo,
perfiles y relieves de mares y de barcos.
Yo sueño en esta tarde y miro mis zapatos,
con puntas ya gastadas que piden ese cambio,
el cambio de las olas que llegan y reclamo,
la eterna poesía de mares y relatos,
la fuerza y el donaire de cuerdos y borrachos,
la olas tienen todo el reclamo de un teatro.
el cuadro sugerente, las teclas y el piano,
la magia de los bosques, los ríos y meandros,
las hadas y los elfos, que cruzan paso a paso,
y mientras, las sirenas, esperan con sus cantos,
y esperan a las olas, resacas y entusiasmos...
Yo miro simplemente y soy como un extraño,
un verso de una pluma, un niño que callado,
contempla así las olas, quizás desde otro plano,
el plano de los niños que sueñan con los hados
y un mundo diferente de amores inexactos,
con olas que se abrazan y playas junto a lagos,
eternas fantasías de niños delicados,
de almas que suspiran y salen de ese barro,
el barro de la tierra, el lodo del borracho,
quizás porque susurra el hombre enamorado,
que busca entre las olas la magia y el encanto.
Me gusta el sinsentido dejado en este rato,
con olas y poemas, con perros y bastardos,
vestidos de pìnguinos que caen por los barrancos
y aquellos, zalameros, que maullan como gatos.
No sé si he conseguido sonrisas a destajo,
si acaso una mirada lanzada con sarcasmo,
y un grito de protesta de un labio cabizbajo,
diciendo que se calle el loco del que hablo.
Así que me retiro y salgo de este cuarto,
eterno "sin sentido" con olas y con trastos.
Rafael Sánchez Ortega ©
06/11/14
se muestren temerosas, vencidas bajo el manto
de un cielo azul celeste que ofrece mil abrazos;
desnudas y con miedo, las olas de que hablo,
ya van contra las rocas, rompiendo sin descanso.
Parecen mariposas que vuelan paso a paso,
marchando sin destino, a puertos nada claros,
su paso balbuceante, asombra al más cuitado,
que mira como pasan las olas de este cuadro,
imágenes sagradas de mares olvidados,
de playas misteriosas y tardes con ocasos,
suspiros que destilan las brisas y los faros,
nordestes de otros tiempos rozando los costados.
Parecen marionetas que muevan muchas manos,
galernas incipientes, preludios de un verano,
dormidas margaritas, que yacen por los prados.
Yo miro y las contemplo oculto bajo un árbol,
un pino silencioso, me presta su regazo,
y allí, bajo su sombra, las miro con descaro,
las miro y las remiro, desnudas avanzando,
sus rizos cantarinos espumas van dejando,
jirones de la niebla, que ofrecen mil retratos,
colinas sinuosas, que avanzan boca abajo,
perfiles y relieves de mares y de barcos.
Yo sueño en esta tarde y miro mis zapatos,
con puntas ya gastadas que piden ese cambio,
el cambio de las olas que llegan y reclamo,
la eterna poesía de mares y relatos,
la fuerza y el donaire de cuerdos y borrachos,
la olas tienen todo el reclamo de un teatro.
el cuadro sugerente, las teclas y el piano,
la magia de los bosques, los ríos y meandros,
las hadas y los elfos, que cruzan paso a paso,
y mientras, las sirenas, esperan con sus cantos,
y esperan a las olas, resacas y entusiasmos...
Yo miro simplemente y soy como un extraño,
un verso de una pluma, un niño que callado,
contempla así las olas, quizás desde otro plano,
el plano de los niños que sueñan con los hados
y un mundo diferente de amores inexactos,
con olas que se abrazan y playas junto a lagos,
eternas fantasías de niños delicados,
de almas que suspiran y salen de ese barro,
el barro de la tierra, el lodo del borracho,
quizás porque susurra el hombre enamorado,
que busca entre las olas la magia y el encanto.
Me gusta el sinsentido dejado en este rato,
con olas y poemas, con perros y bastardos,
vestidos de pìnguinos que caen por los barrancos
y aquellos, zalameros, que maullan como gatos.
No sé si he conseguido sonrisas a destajo,
si acaso una mirada lanzada con sarcasmo,
y un grito de protesta de un labio cabizbajo,
diciendo que se calle el loco del que hablo.
Así que me retiro y salgo de este cuarto,
eterno "sin sentido" con olas y con trastos.
Rafael Sánchez Ortega ©
06/11/14
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