QUIERO PLASMAR EL MUNDO DE LOS SUEÑOS...
Quiero plasmar el mundo de los sueños
y robar sus colores y sus prendas,
sentir esa delicia deslumbrante
del sol que en la distancia ya se aleja.
Me quiero emborrachar del colorido
que ofrecen la bahía y la marea,
la barca descansando en el estuario,
las garzas planeando hacia la tierra.
Y quiero retener, en esta imagen,
los niños, abrazados que contemplan,
la linda panorámica del cielo
ajenos a los hombres y las guerras.
Su mundo no precisa de reclamos,
tampoco de ambiciones y violencias,
si acaso se conforman con sus juegos
soñando con las Hadas y Princesas.
Existe una casita pequeñita
con flores que la sirven como cerca,
al lado de unos robles centenarios
que escriben del otoño y sus poemas.
Nos dejan su mensaje entre las hojas
que bajan de las ramas y planean,
en medio de suspiros de los Elfos
que buscan en la playa a las sirenas.
El árbol, solitario, de una rama,
sostiene a una goma con su cuerda,
se trata de un columpio improvisado
capaz de sacudirnos las tristezas.
Los niños, que abrazados, continúan,
contemplan todo aquello mientras sueñan,
haciendo realidad tantos deseos
que salen de repente a su cabeza.
La niña que sostiene margaritas,
con pelo revoltoso y con melena,
suspira de placer por esta imagen
tan dulce y tan sutil en su belleza.
El niño soñador que está a su lado,
susurra poesías por sus venas,
el mar verdeazulado le reclama,
la barca solitaria en la ribera.
No sé como cerrar, con mis latidos,
los versos que ahora forman el poema,
se trata de un retrato solamente
y un sueño con un viaje a la inocencia.
Rafael Sánchez Ortega ©
25/11/12
y robar sus colores y sus prendas,
sentir esa delicia deslumbrante
del sol que en la distancia ya se aleja.
Me quiero emborrachar del colorido
que ofrecen la bahía y la marea,
la barca descansando en el estuario,
las garzas planeando hacia la tierra.
Y quiero retener, en esta imagen,
los niños, abrazados que contemplan,
la linda panorámica del cielo
ajenos a los hombres y las guerras.
Su mundo no precisa de reclamos,
tampoco de ambiciones y violencias,
si acaso se conforman con sus juegos
soñando con las Hadas y Princesas.
Existe una casita pequeñita
con flores que la sirven como cerca,
al lado de unos robles centenarios
que escriben del otoño y sus poemas.
Nos dejan su mensaje entre las hojas
que bajan de las ramas y planean,
en medio de suspiros de los Elfos
que buscan en la playa a las sirenas.
El árbol, solitario, de una rama,
sostiene a una goma con su cuerda,
se trata de un columpio improvisado
capaz de sacudirnos las tristezas.
Los niños, que abrazados, continúan,
contemplan todo aquello mientras sueñan,
haciendo realidad tantos deseos
que salen de repente a su cabeza.
La niña que sostiene margaritas,
con pelo revoltoso y con melena,
suspira de placer por esta imagen
tan dulce y tan sutil en su belleza.
El niño soñador que está a su lado,
susurra poesías por sus venas,
el mar verdeazulado le reclama,
la barca solitaria en la ribera.
No sé como cerrar, con mis latidos,
los versos que ahora forman el poema,
se trata de un retrato solamente
y un sueño con un viaje a la inocencia.
Rafael Sánchez Ortega ©
25/11/12
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