NO PUEDO RETENERTE ENTRE MIS BRAZOS...
No puedo retenerte entre mis brazos
y menos detenerte en el recuerdo,
prefiero que tú sigas el camino
marchando cada vez, lejos, ¡muy lejos!
Sacuden las galernas, cuando llegan,
las rocas de la costa, sin recelo,
azotan con gran furia los peñascos
y escupen los cantiles el desprecio.
Es fácil entender a los que lloran
a fuerza de desgracias y desvelos,
con velas se iluminan las iglesias,
con rosas de la mar los cementerios.
Así, mientras me seco las pupilas,
el aire y el salitre llega fresco,
un beso de la mar en su bonanza
en forma de sonido plañidero.
Las olas no respetan los tratados
y estiran en las playas sus cabellos,
la espuma blanquecina y la esperanza,
y el canto tan gracioso y ribereño.
Recuerdos que se guardan, adheridos,
y quieren su presencia en este tiempo,
recuerdos que no saben que el pasado
quedó con las galernas y los pecios.
Minutos que supieron a migajas
marcando los tic-tac de nuestros pechos,
segundos permanentes y enclaustrados
en almas que saciaron sus deseos.
No quiero derramar, con mis palabras,
las lágrimas surgidas del silencio,
ni quiero se marchite, la sonrisa,
que aflora de los labios a estos versos.
"No puedo retenerte entre mis brazos,
dijiste en un suspiro soñoliento,
yo tengo que volar alto, muy alto,
en busca de otros brazos más sinceros".
...Y anclado me quedé con mis pasiones,
cubierto de miseria en el desierto,
las rimas marchitaron en el alma,
los versos se volvieron con el eco.
Arriba se asomaban las estrellas
y un ángel me llegó, desde los cielos,
traía tanta luz en su mirada
que en ella, me dormí, con los luceros.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/12/12
y menos detenerte en el recuerdo,
prefiero que tú sigas el camino
marchando cada vez, lejos, ¡muy lejos!
Sacuden las galernas, cuando llegan,
las rocas de la costa, sin recelo,
azotan con gran furia los peñascos
y escupen los cantiles el desprecio.
Es fácil entender a los que lloran
a fuerza de desgracias y desvelos,
con velas se iluminan las iglesias,
con rosas de la mar los cementerios.
Así, mientras me seco las pupilas,
el aire y el salitre llega fresco,
un beso de la mar en su bonanza
en forma de sonido plañidero.
Las olas no respetan los tratados
y estiran en las playas sus cabellos,
la espuma blanquecina y la esperanza,
y el canto tan gracioso y ribereño.
Recuerdos que se guardan, adheridos,
y quieren su presencia en este tiempo,
recuerdos que no saben que el pasado
quedó con las galernas y los pecios.
Minutos que supieron a migajas
marcando los tic-tac de nuestros pechos,
segundos permanentes y enclaustrados
en almas que saciaron sus deseos.
No quiero derramar, con mis palabras,
las lágrimas surgidas del silencio,
ni quiero se marchite, la sonrisa,
que aflora de los labios a estos versos.
"No puedo retenerte entre mis brazos,
dijiste en un suspiro soñoliento,
yo tengo que volar alto, muy alto,
en busca de otros brazos más sinceros".
...Y anclado me quedé con mis pasiones,
cubierto de miseria en el desierto,
las rimas marchitaron en el alma,
los versos se volvieron con el eco.
Arriba se asomaban las estrellas
y un ángel me llegó, desde los cielos,
traía tanta luz en su mirada
que en ella, me dormí, con los luceros.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/12/12
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