ETERNA REALIDAD...
Eterna realidad la de tu risa,
bendita sensación la de tus besos,
extraña confusión la de mi mente
que crea y que elabora tantos sueños.
Te miro y te remiro muy despacio,
extiendo mis deditos por tu pelo,
los siento como lazos invisibles
que dejan sus caricias en silencio.
Y buscan los rincones más extraños,
incluso los latidos de tu pecho,
y bajan por tu vientre hasta tus muslos
y siguen el camino de tu sexo.
La intensa sinfonía da principio
y suena dulcemente el violonchelo,
las notas del piano se desgranan
y surgen los trombones con estruendo.
Eterna realidad la que palpita
y dulce sensación la que contemplo,
las gotas de las olas van llenando
el tierno corazón de los sedientos.
Se estiran las alegres campanillas,
rebosan de belleza los almendros,
incluso los gorriones más osados
esconden los jirones del invierno.
Resuenan las esquilas por los valles
dejando iluminados los senderos,
las huellas de otros pasos vacilantes
nos llevan por caminos polvorientos.
No importa la distancia ni el camino,
si acaso que no vuelvan los recuerdos,
aquellos que agotaron a las almas
dejándolas sin fuerzas ni resuello.
Por eso me concentro en tu figura
mi amado corazón, que tanto quiero,
la eterna realidad de tu mirada
y el dulce escalofrío de tus besos.
Rafael Sánchez Ortega ©
15/04/15
bendita sensación la de tus besos,
extraña confusión la de mi mente
que crea y que elabora tantos sueños.
Te miro y te remiro muy despacio,
extiendo mis deditos por tu pelo,
los siento como lazos invisibles
que dejan sus caricias en silencio.
Y buscan los rincones más extraños,
incluso los latidos de tu pecho,
y bajan por tu vientre hasta tus muslos
y siguen el camino de tu sexo.
La intensa sinfonía da principio
y suena dulcemente el violonchelo,
las notas del piano se desgranan
y surgen los trombones con estruendo.
Eterna realidad la que palpita
y dulce sensación la que contemplo,
las gotas de las olas van llenando
el tierno corazón de los sedientos.
Se estiran las alegres campanillas,
rebosan de belleza los almendros,
incluso los gorriones más osados
esconden los jirones del invierno.
Resuenan las esquilas por los valles
dejando iluminados los senderos,
las huellas de otros pasos vacilantes
nos llevan por caminos polvorientos.
No importa la distancia ni el camino,
si acaso que no vuelvan los recuerdos,
aquellos que agotaron a las almas
dejándolas sin fuerzas ni resuello.
Por eso me concentro en tu figura
mi amado corazón, que tanto quiero,
la eterna realidad de tu mirada
y el dulce escalofrío de tus besos.
Rafael Sánchez Ortega ©
15/04/15
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