QUIZÁS ESAS GAVIOTAS...
Quizás esas gaviotas que me miran
no saben ni quién soy ni a dónde
se encamina mi destino.
No saben más de mí que mis vecinos
y parientes,
los unos porque ven cuando yo bajo
de mi casa, día a día,
los otros, vagamente, cuando alguien
les susurra, con mi nombre,
y evocan mi figura en el recuerdo.
No saben las gaviotas que mis pasos
van en busca de emociones
y hasta emprenden esa loca sensación
de caminar por una senda de la vida
que se pierde en la distancia.
Dejo atrás un ramillete de emociones,
de recuerdos muy dispersos,
de promesas y palabras que eran simples
sensaciones que alteraban los sentidos
y que luego se fundían en la niebla
y en la nada.
Dejo atrás las mariposas de la eterna primavera,
con las luces parpadeantes que alteraban
los sentidos,
con los globos de colores que animaban las pestañas
y hasta quedan allí atrás, en un rincón,
unos versos de cristal en los que hablaba
de la música.
Ahora emprendo la ascensión por el camino
que me lleve hasta la cima;
quiero ser y quiero estar en ese instante
en la cumbre bien nevada
esperando la llegada del invierno
y dejando una sonrisa al otoño que se marcha
y que se escapa de mi lado.
Sé que es dura la trepada y que debo de escalar
unas paredes peligrosas, concentrando mis sentidos
en las manos y los pies que en esas rocas
buscarán el firme apoyo para ir pasito a paso
hasta ese instante, en que doblegue a la montaña,
y me abrace a los mojones de su cima.
Reconozco que hace años yo subía fácilmente,
y sin temor a las caídas, con el miedo contenido,
destilando adrenalida y hasta haciendo aquel honor
a las arañas que miraban recelosas como yo
me deslizaba por las rocas, como ellas,
a pesar de ser un hombre tembloroso
que acababa de dejar a las gaviotas en la costa
Hoy recuerdo a las gaviotas y charranes,
los señudos cormoranes con sus alas desplegadas,
y les digo que he volado como ellos,
que he subido, con mis manos y "mis alas" invisibles,
a esa cima con que tanto me retaban,
que he escalado las paredes afiladas y calizas
escoltado por los buitres y las águilas
que celaban por sus nidos.
Y al final lo he conseguido y he llegado,
aunque sea solo en sueños,
aunque aparte la ilusión y fantasía
y me quede simplemente con la imagen añorada,
y que queda en mi retina,
no sabiendo dónde empieza y dónde acaba
la verdad y realidad de lo que cuento.
Sin embargo finalizo repitiendo
que quizás esas gaviotas, que me miran,
nada sepan de mi vida,
ni quién soy ni hacia dónde se encaminan
estos pasos vacilantes de un invierno
que persigue su destino con temblor
y con nostalgia.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/04/15
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