HOY TE VI, CON TU PASO CANSADO...
Hoy te vi, con tu paso cansado,
caminar por el parque en la tarde.
Un bastón te temblaba en la mano
con su punta buscando la calle.
Mantenías la firme silueta
que atrapaba la vista al instante,
y también la firmeza en el rostro
con arrugas surcando sus valles.
Una sombra nublaba tus ojos
por la rama del árbol del parque,
que dejaba tu vista cansada
sin la luz que llegara a alumbrarte.
Pero pronto volvió tu sonrisa
y también el vigor tan amable,
al llegar hasta el banco de siempre
y sin prisas en él te sentaste.
Parecías un dulce Quijote
descansando después de su viaje,
que buscaba el silencio y reposo
bajo robles y augustos pinares.
Unos niños jugaban muy cerca
y corrían saltando con arte,
persiguiendo supuestas ardillas
y princesas, tal vez, irreales.
Tú mirabas la paz de esa estampa
tan preciosa, tan linda y tan suave,
y soñabas también, con ser niño,
y luchar con molinos gigantes.
Y corrías sin prisa, en tus sueños,
por colinas altivas y valles,
entre olivos y encinas de antaño
y dorados y tiernos trigales.
Y llegabas al fin de los mismos,
despertando tus ojos sin nadie,
que estuviera tus ojos velando
y sus manos, las tuyas, tomase.
Sin quererlo sentías tristeza
y un enorme dolor tu semblante,
a la vez que una lágrima amarga
un suspiro dejaba en el aire.
Te quedaban las bellas palomas,
que venían a ti, tan tenaces,
a buscar esas migas sin nombre
que tu mano ofrecía expectante.
Y les dabas el pan prometido,
con candor soñador de un romance,
recordando, quizás con nostalgia,
viejos tiempos de amor excitantes.
"...Hoy te vi, con tu paso cansado,
escritor de poemas y frases,
con la pluma temblando en la mano
y su tinta esculpiendo tu sangre..."
Rafael Sánchez Ortega ©
30/10/12
caminar por el parque en la tarde.
Un bastón te temblaba en la mano
con su punta buscando la calle.
Mantenías la firme silueta
que atrapaba la vista al instante,
y también la firmeza en el rostro
con arrugas surcando sus valles.
Una sombra nublaba tus ojos
por la rama del árbol del parque,
que dejaba tu vista cansada
sin la luz que llegara a alumbrarte.
Pero pronto volvió tu sonrisa
y también el vigor tan amable,
al llegar hasta el banco de siempre
y sin prisas en él te sentaste.
Parecías un dulce Quijote
descansando después de su viaje,
que buscaba el silencio y reposo
bajo robles y augustos pinares.
Unos niños jugaban muy cerca
y corrían saltando con arte,
persiguiendo supuestas ardillas
y princesas, tal vez, irreales.
Tú mirabas la paz de esa estampa
tan preciosa, tan linda y tan suave,
y soñabas también, con ser niño,
y luchar con molinos gigantes.
Y corrías sin prisa, en tus sueños,
por colinas altivas y valles,
entre olivos y encinas de antaño
y dorados y tiernos trigales.
Y llegabas al fin de los mismos,
despertando tus ojos sin nadie,
que estuviera tus ojos velando
y sus manos, las tuyas, tomase.
Sin quererlo sentías tristeza
y un enorme dolor tu semblante,
a la vez que una lágrima amarga
un suspiro dejaba en el aire.
Te quedaban las bellas palomas,
que venían a ti, tan tenaces,
a buscar esas migas sin nombre
que tu mano ofrecía expectante.
Y les dabas el pan prometido,
con candor soñador de un romance,
recordando, quizás con nostalgia,
viejos tiempos de amor excitantes.
"...Hoy te vi, con tu paso cansado,
escritor de poemas y frases,
con la pluma temblando en la mano
y su tinta esculpiendo tu sangre..."
Rafael Sánchez Ortega ©
30/10/12
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