MI COPA ESTÁ VACÍA, LO CONFIESO...
Mi copa está vacía, lo confieso,
y puede que contenga telarañas,
después de los excesos del pasado
brindando en las orgías y las farras.
Es fácil que abusara de la copa
en esa juventud desaforada,
y es fácil que buscara los laureles
por medio del champagne y de los cavas.
¡Ay dulce juventud de la inocencia,
el tiempo más hermoso de las almas!,
¿por qué nos embriagamos como locos
del vino venenoso que nos mata?
¿Por qué saboreamos con los labios
el néctar con la fruta más preciada,
y luego degustamos lentamente
el vino de las uvas y las parras?
Mi copa está vacía, lo confieso,
carente del espíritu y la llama,
y en ella se instalaron las cenizas
del fuego que me ardía en las entrañas.
Ahora que quisiera dar un trago
no encuentro la bebida tan sagrada,
aquella que anhelaron mis sentidos
pecando por hacerse con su gracia.
Quizás se diluyó por los estanques
negando su presencia en las fontanas,
y entonces se quedaran tan sedientos
los labios agrietados que soñaban.
Los labios que buscaban las respuestas,
los ojos que ofrecían su mirada,
las manos dibujando una figura
trazando tu silueta por el agua.
Mi copa está vacía, lo confieso,
con restos de sustancia envenenada,
yo pienso en la cicuta y la leyenda
formando las tragedias y los dramas.
Quizás nunca valore los silencios
y en ellos las sorpresas que me aguardan,
las notas tan sublimes de la luna
coqueta y con su cara plateada.
Las horas que se pasan lentamente
y el tiempo puntual que las detalla,
las notas musicales y silencios
que brindan por la vida y por la nada.
Tu nombre que conserva, en su costado,
el roble de los bosques de las hayas,
la copa solitaria que bebías
y ansiosa con tus labios apurabas.
¡Qué fácil es bridar en el vacío
con copas de cristal sin una mancha,
y fácil contemplar en los alberos
colores con los tintes escarlatas!
Rafael Sánchez Ortega ©
08/10/12
y puede que contenga telarañas,
después de los excesos del pasado
brindando en las orgías y las farras.
Es fácil que abusara de la copa
en esa juventud desaforada,
y es fácil que buscara los laureles
por medio del champagne y de los cavas.
¡Ay dulce juventud de la inocencia,
el tiempo más hermoso de las almas!,
¿por qué nos embriagamos como locos
del vino venenoso que nos mata?
¿Por qué saboreamos con los labios
el néctar con la fruta más preciada,
y luego degustamos lentamente
el vino de las uvas y las parras?
Mi copa está vacía, lo confieso,
carente del espíritu y la llama,
y en ella se instalaron las cenizas
del fuego que me ardía en las entrañas.
Ahora que quisiera dar un trago
no encuentro la bebida tan sagrada,
aquella que anhelaron mis sentidos
pecando por hacerse con su gracia.
Quizás se diluyó por los estanques
negando su presencia en las fontanas,
y entonces se quedaran tan sedientos
los labios agrietados que soñaban.
Los labios que buscaban las respuestas,
los ojos que ofrecían su mirada,
las manos dibujando una figura
trazando tu silueta por el agua.
Mi copa está vacía, lo confieso,
con restos de sustancia envenenada,
yo pienso en la cicuta y la leyenda
formando las tragedias y los dramas.
Quizás nunca valore los silencios
y en ellos las sorpresas que me aguardan,
las notas tan sublimes de la luna
coqueta y con su cara plateada.
Las horas que se pasan lentamente
y el tiempo puntual que las detalla,
las notas musicales y silencios
que brindan por la vida y por la nada.
Tu nombre que conserva, en su costado,
el roble de los bosques de las hayas,
la copa solitaria que bebías
y ansiosa con tus labios apurabas.
¡Qué fácil es bridar en el vacío
con copas de cristal sin una mancha,
y fácil contemplar en los alberos
colores con los tintes escarlatas!
Rafael Sánchez Ortega ©
08/10/12
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