QUEDABA ATRÁS LA CASA ENVEJECIDA...


Quedaba atrás la casa envejecida,
las paredes cubiertas de cemento,
las palmeras un tanto taciturnas,
la verja silenciosa del colegio.

¿Qué decir de esa casa solariega
que fue la forjadora de mis sueños?
¿acaso que la quise más que a nada
porque fue compañera de mis juegos?

¿Qué contar y narrar de sus paredes,
las primeras cuartillas de mis versos?;
¿acaso que mis letras infantiles
trazaron unos signos inconcretos?

¿Qué opinar de las tímidas palmeras
subiendo dulcemente hacia los cielos?;
¿acaso que crecían insensibles
soportando los fríos del invierno?

¿Qué expresar de la verja silenciosa
acuñando susurros y secretos?;
¿acaso que era cauce y confidente
y la caja tan fiel de los recuerdos?

...Yo no sé si los sueños valen algo
si carecen de luces y destellos,
y no sé lo que guarda mi retina
ni sé bien lo que escribo en el cuaderno.

Pero sé que me embarga la locura,
de ese mal traicionero del sediento,
del amante que vive de utopías
y que busca un lugar entre los cuerdos.

Porque amar a la casa en que he nacido,
es bogar con el mar a barlovento,
es cantar con el alma entristecida
en la noche desnuda a los luceros.

Y es soñar con paredes agrisadas
con la hiedra subiendo hasta los techos,
alcanzando ventanas y paredes
y dejando su imagen a los lienzos.

Y es mirar como danzan las palmeras
bajo el flujo y reflujo de los vientos,
y observar el saludo caprichoso
que en sus ramas nos dejan los vencejos.

Y es oír a la verja que chirría
y nos deja sin pausa su lamento,
como nota perdida de las almas
y arrancada de un arpa por los dedos.

"...Pero atrás se quedaba nuestra casa
y en la misma recuerdos y deseos,
mil preguntas nacidas hace años
y que nadie, en la infancia, respondieron..."

Rafael Sánchez Ortega ©
16/10/12

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