NACISTE ENTRE LAS AGUAS Y EL SALITRE...
Naciste entre las aguas y el salitre,
eterno soñador de las marismas,
tus ojos soñolientos por la bruma
miraron sin cesar a la bahía.
Las algas te prestaron sus abrazos
en medio de las olas blanquecinas,
los besos que te daba la resaca
calmaban a tu alma enfebrecida.
Tenías muchos años por delante
y un mundo en que buscar, día tras día,
la nave que surcara por los mares
tratando de llevarte hasta tu isla.
Entonces te fijaste en las gaviotas,
coquetas y posadas en la orilla,
buscaban su comida y alimento
ajenas al nordeste y a la brisa.
No sé que te retuvo en ese instante,
volviste paso a paso a la colina,
al sitio donde estaba la atalaya
y al faro que en las noches se encendía.
El faro que ayudaba a los barqueros
volviendo hasta su puerto con neblina,
y el fuego alimentado con los leños
de manos temblorosas de un farista.
Quizás con esa imagen renunciaste
a ser el marinero que querías,
el joven soñador, ilusionado,
marchando hacia la isla de tu vida.
Y así te convertiste en ayudante
del viejo servidor que allí vivía,
farero desde siempre en su atalaya
y anciano servidor de la marina.
"...Naciste entre las aguas y el salitre,
eterno creador de poesías,
tus ojos se han cargado de recuerdos
llevados con candor a las cuartillas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
29/10/12
eterno soñador de las marismas,
tus ojos soñolientos por la bruma
miraron sin cesar a la bahía.
Las algas te prestaron sus abrazos
en medio de las olas blanquecinas,
los besos que te daba la resaca
calmaban a tu alma enfebrecida.
Tenías muchos años por delante
y un mundo en que buscar, día tras día,
la nave que surcara por los mares
tratando de llevarte hasta tu isla.
Entonces te fijaste en las gaviotas,
coquetas y posadas en la orilla,
buscaban su comida y alimento
ajenas al nordeste y a la brisa.
No sé que te retuvo en ese instante,
volviste paso a paso a la colina,
al sitio donde estaba la atalaya
y al faro que en las noches se encendía.
El faro que ayudaba a los barqueros
volviendo hasta su puerto con neblina,
y el fuego alimentado con los leños
de manos temblorosas de un farista.
Quizás con esa imagen renunciaste
a ser el marinero que querías,
el joven soñador, ilusionado,
marchando hacia la isla de tu vida.
Y así te convertiste en ayudante
del viejo servidor que allí vivía,
farero desde siempre en su atalaya
y anciano servidor de la marina.
"...Naciste entre las aguas y el salitre,
eterno creador de poesías,
tus ojos se han cargado de recuerdos
llevados con candor a las cuartillas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
29/10/12
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