ERA TU VOZ LA MUSA QUE FALTABA...
Era tu voz la musa que faltaba
la nota musical del Paraíso,
la alegre campanilla de la aurora
que embriaga y que renueva los sentidos.
Cuando escuché el sonido de tus labios
sentí la voz y el canto de los lirios,
el coro de las olas en la playa
y el dulce parloteo de los niños.
Porque tenía un algo diferente,
un algo que empapaba sin sentirlo,
la gracia de un acento inconfundible
llegando hasta mi pecho cual suspiros.
Recuerdo la ventana estremecida,
la noche y concurrencia de aquel sitio,
recuerdo que tomaste la palabra
dejando tu candor en mis oídos.
Leíste y comentaste de poemas
e hiciste que cerrara mis ojitos,
llevándome hasta el mundo de los sueños
tan sólo con tu voz y con sigilo.
Fue un rato solamente, y lo recuerdo,
segundos transcurridos despacito,
cubriendo los rincones de mi alma
el canto delicioso de los mirlos.
Sonaban tus palabras a caricias
a estrellas rutilantes con su brillo,
a auroras despertando en la mañana
y a tardes con el cielo enrojecido.
Después nos despedimos en silencio
volviendo cada uno a su camino,
fue un cruce, el de tu voz y el de mi alma,
que hizo estremecerse el infinito.
"...Era tu voz la musa que faltaba,
la rosa del jardín, sin el espino,
el beso delicioso de la brisa
la nota musical que tanto ansío..."
Rafael Sánchez Ortega ©
03/03/13
la nota musical del Paraíso,
la alegre campanilla de la aurora
que embriaga y que renueva los sentidos.
Cuando escuché el sonido de tus labios
sentí la voz y el canto de los lirios,
el coro de las olas en la playa
y el dulce parloteo de los niños.
Porque tenía un algo diferente,
un algo que empapaba sin sentirlo,
la gracia de un acento inconfundible
llegando hasta mi pecho cual suspiros.
Recuerdo la ventana estremecida,
la noche y concurrencia de aquel sitio,
recuerdo que tomaste la palabra
dejando tu candor en mis oídos.
Leíste y comentaste de poemas
e hiciste que cerrara mis ojitos,
llevándome hasta el mundo de los sueños
tan sólo con tu voz y con sigilo.
Fue un rato solamente, y lo recuerdo,
segundos transcurridos despacito,
cubriendo los rincones de mi alma
el canto delicioso de los mirlos.
Sonaban tus palabras a caricias
a estrellas rutilantes con su brillo,
a auroras despertando en la mañana
y a tardes con el cielo enrojecido.
Después nos despedimos en silencio
volviendo cada uno a su camino,
fue un cruce, el de tu voz y el de mi alma,
que hizo estremecerse el infinito.
"...Era tu voz la musa que faltaba,
la rosa del jardín, sin el espino,
el beso delicioso de la brisa
la nota musical que tanto ansío..."
Rafael Sánchez Ortega ©
03/03/13
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