SUPLIQUÉ TANTAS VECES POR UN BESO...
Supliqué tantas veces por un beso
que al final olvidé que me besaran,
unos labios hermosos, juveniles,
que a mi vida llegaron sin palabras.
Yo pensaba en los besos de los niños,
las caricias y abrazos de las hadas,
y también en los besos de los padres,
cariñosos y tiernos en sus caras.
Y pensé en los besos, que la estrella
cada noche nos deja y nos regala,
mientras tiemblan sus ojos misteriosos
y se encoge la luz de su mirada.
Y también en los besos de los mares
que las olas envuelven con las algas,
para hacer con sirenas y salitres
unos sueños que duerman en la playa.
Y no supe saber exactamente
si mi beso quedó, con la distancia,
en un beso perdido y olvidado,
o guardado en el fondo de una caja.
Una caja, labrada tras un pecho,
con maderas preciosas y con laca,
conteniendo los besos y suspiros
enviados por letras y por cartas.
Hoy me queda la eterna interrogante
y el sabor de unos besos que me faltan,
pues pedía con ellos la respuesta
a la eterna pregunta de mi alma.
Yo quería los besos en mis labios
y también a su dueña que me amara,
y lloré con las sombras del silencio
al saber que esos labios me olvidaban.
"...Supliqué tantas veces por un beso
que hasta el viento y la brisa, en la mañana,
me acunaron mil días, con sus noches,
y enjugaron mis lágrimas saladas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
10/03/13
que al final olvidé que me besaran,
unos labios hermosos, juveniles,
que a mi vida llegaron sin palabras.
Yo pensaba en los besos de los niños,
las caricias y abrazos de las hadas,
y también en los besos de los padres,
cariñosos y tiernos en sus caras.
Y pensé en los besos, que la estrella
cada noche nos deja y nos regala,
mientras tiemblan sus ojos misteriosos
y se encoge la luz de su mirada.
Y también en los besos de los mares
que las olas envuelven con las algas,
para hacer con sirenas y salitres
unos sueños que duerman en la playa.
Y no supe saber exactamente
si mi beso quedó, con la distancia,
en un beso perdido y olvidado,
o guardado en el fondo de una caja.
Una caja, labrada tras un pecho,
con maderas preciosas y con laca,
conteniendo los besos y suspiros
enviados por letras y por cartas.
Hoy me queda la eterna interrogante
y el sabor de unos besos que me faltan,
pues pedía con ellos la respuesta
a la eterna pregunta de mi alma.
Yo quería los besos en mis labios
y también a su dueña que me amara,
y lloré con las sombras del silencio
al saber que esos labios me olvidaban.
"...Supliqué tantas veces por un beso
que hasta el viento y la brisa, en la mañana,
me acunaron mil días, con sus noches,
y enjugaron mis lágrimas saladas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
10/03/13
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