HOY NO SÉ CÓMO EMPEZAR...
Hoy no sé cómo empezar ni qué decirte
mientras miro y te separo los cabellos
de esa cara soñolienta y perezosa
que se estira entre mis dedos.
Me parece estar mirando las caricias
en las aguas temblorosas de un estanque
y que en ellas, dulcemente, una brisa
las anima y reaccionan
como hacen las resacas de los mares,
con susurros y suspiros que se estiran
y las llevan, poco a poco hacia la playa.
Hace un día muy bonito que se ofrece ante los ojos
y que invita a que se viva intensamente.
Esta noche tú has dormido entre mis brazos
y he escuchado ese sonido de tus labios
en los cientos de suspiros que emitían
y llegaban a mi oído con sabor
a rompeolas y a salitre.
He jugado mucho rato con tu pelo
y tu cabello, enredando con mis dedos,
y sintiendo las preguntas, sin palabras,
que decían esos senos juveniles,
que esperaban, recelosos e impacientes,
la llegada juguetona de mis dedos.
Yo presiento la impaciencia y su sonrisa
y los veo como crecen y se estiran,
y se muestran impasibles como el junco,
ante una brisa que les llega, y que les sopla
y que corre más abajo,
hacia los muslos de tu cuerpo,
que se abre en un remanso irresistible,
del meandro de tu sexo,
donde brotan margaritas entre fuentes
que despejan los sentidos
y los llevan más arriba de los juncos y los cielos
a ese mundo de los dioses
donde duermen y se agitan las pasiones
al compás de la batuta y el arpegio
irresistible de la vida.
Porque todo es poesía en este acto
y tú eres el poema más hermoso que yo he visto,
que se mece entre mis manos con sus versos
y que siento cuando leo tus pupilas,
cuando miro, cuando escucho
y cuando busco con mis labios a tus labios,
tan sensibles y ligeros,
y rescato de los mismos ese beso del amor,
que allí se encuentra y, que me falta.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/06/13
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