YA SUENAN LAS CAMPANAS DE LA IGLESIA...
Ya suenan las campanas de la iglesia
y pasan las beatas para misa,
caminan con sus velos en el pelo
y un algo singular en las pupilas.
Parece que esta imagen centenaria
volviera a renacer de las cenizas,
y el tiempo y los recuerdos de un pasado
brotara de las brumas a la vida.
El alba se despierta lentamente
con besos del nordeste y de la brisa,
dejando en las callejas de mi infancia
la luz y la ilusión de cada día.
Resuenan las pisadas en las calles
y ascienden por las cuestas conocidas,
ya buscan la oración de la mañana
y el rezo que les doble las rodillas.
Aguardan en el puerto las gaviotas
venidas de la playa por comida,
y llegan las resacas a la arena
y borran las pisadas de la orilla.
No sé como explicar lo que ahora veo
cambiando mi tristeza en alegría,
quizás con la sonrisa de mis labios
que abordan una música infinita.
Recuerdo el miserere de hace años
cantado por aquella escolanía,
el nombre ya no importa, ni recuerdo,
más sí la sensación allí vivida.
Recuerdo las figuras enlutadas,
el rezo del rosario de las niñas,
la luz que se colaba en los cristales
y el beso con la paz en las mejillas.
"...Ya suenan las campanas de la iglesia
y exclamo, sin querer: "¡Ave María!",
es algo que no puedo remediarlo
y quedan las alondras sorprendidas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
21/06/13
y pasan las beatas para misa,
caminan con sus velos en el pelo
y un algo singular en las pupilas.
Parece que esta imagen centenaria
volviera a renacer de las cenizas,
y el tiempo y los recuerdos de un pasado
brotara de las brumas a la vida.
El alba se despierta lentamente
con besos del nordeste y de la brisa,
dejando en las callejas de mi infancia
la luz y la ilusión de cada día.
Resuenan las pisadas en las calles
y ascienden por las cuestas conocidas,
ya buscan la oración de la mañana
y el rezo que les doble las rodillas.
Aguardan en el puerto las gaviotas
venidas de la playa por comida,
y llegan las resacas a la arena
y borran las pisadas de la orilla.
No sé como explicar lo que ahora veo
cambiando mi tristeza en alegría,
quizás con la sonrisa de mis labios
que abordan una música infinita.
Recuerdo el miserere de hace años
cantado por aquella escolanía,
el nombre ya no importa, ni recuerdo,
más sí la sensación allí vivida.
Recuerdo las figuras enlutadas,
el rezo del rosario de las niñas,
la luz que se colaba en los cristales
y el beso con la paz en las mejillas.
"...Ya suenan las campanas de la iglesia
y exclamo, sin querer: "¡Ave María!",
es algo que no puedo remediarlo
y quedan las alondras sorprendidas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
21/06/13
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