¡CALMA, CALMA...!
¡Calma, calma...!
Respira hondo y mira a través de la ventana.
Cruza los dedos y pide un deseo.
Luego busca una nube blanca,
que tenga una silueta con un corazón.
No importa si el mismo está deshilvanado,
roto o parece un copo de algodón
colgando de los cielos.
Es una nube; será una nube y blanca.
Quizás como el deseo que llevas en tu corazón,
como el grito ahogado en la garganta
que se resiste a salir,
como el dolor que escuece las entrañas y te dice
que allí nació una vida y otra,
y quizás otras se quedaron en una ilusión
que nunca vieron la luz,
aunque las sigas guardando en tu alma.
Pero sigue manteniendo la calma.
No dejes de respirar y llena tus pulmones
de este aire nuevo de la primavera.
Haz que la sangre se renueve y oxigene,
que tu corazón palpite de nuevo,
que cobre vida y una nueva fuerza lo impulse
a seguir inquieto,
a seguir buscando,
a escuchar atento las campanadas del reloj de la torre,
a sentir otros latidos en ese pecho tan cercano,
a vibrar con el rumor del mar y con el roce de la brisa,
a reír y llorar con sus ojos inocentes.
Si después de todo alzas la vista y tras la nube blanca
ves mi figura y mi sonrisa,
no te asustes, es para ti. Sólo para ti.
Y soy yo simplemente el que te habla,
el que te pide calma,
el que te invita a este paseo por los cielos,
el que te llama,
el que quiere mirarse en tus ojos de niña,
el que trata de buscar el sonido mágico
de tu corazón enamorado
y el que busca tus labios desesperadamente,
para volver a sentirte cerca,
para amarte y desearte profundamente
y para soñar contigo en una realidad
sin fin y sin ocaso.
Rafael Sánchez Ortega ©
25/04/12
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