CERRÉ LA PUERTA Y EL CUADERNO DE MI ALMA...
Cerré la puerta y el cuaderno de mi alma
para abrazar las sombras y el silencio.
Atrás quedaba el hombre sonriente,
el eterno soñador de fantasías,
el niño conquistando sus castillos
y el joven que escribía poesías.
Atrás quedó la vida y sus misterios
y quizás también, en ella,
quedaron sepultados los recuerdos,
sentimientos y personas,
abrazos y caricias,
la rosa de los vientos de un mundo imaginario.
Pero quedó también el alma en el cuaderno abandonado,
con rostros y con nombres de personas y ciudades,
con lugares visitados y rincones escondidos
que clamaban mi presencia.
¿Qué sería de los mismos tras mi marcha?,
¿dónde irían esas notas primorosas
rescatadas día a día en los jardines?...
Pero no debía volver la vista atrás, a mi pasado,
y debía continuar hacia adelante.
Nada tenía sentido aunque todo fuera cuestionable.
Hasta el amor jurado de unos labios
y hasta la letra conservada de sus dedos.
¡Qué fácil es mentir y hasta mentirse!,
¡qué fácil es romper el sentimiento del que ama!,
¡qué fácil es Amor, saber que existes,
y a la vez que es imposible amar sin ser amado!.
Rafael Sánchez Ortega ©
07/04/12
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