HABÍA SIDO UN DÍA LARGO...
Había sido un largo día
y las lágrimas estaban frescas en las mejillas.
Es cierto que mis ojos habían llorando
y se cubrieron con un manto de tristeza
por lo sucedido.
Yo sabía que no era culpable,
pero también reconocía que no debí cortar la rosa
para ofrecerla,
porque las rosas lucen mejor en los rosales
que en las almas,
y así me lo enseñaste hacía tiempo.
Ahora miraba el mar y la bahía.
Contemplaba los barcos mecidos por las olas.
Sentía el ruído de los niños jugando en el patio
del colegio cercano.
Veía al anciano en el parque,
en su banco, y tratando de dar de comer a las palomas.
Notaba la brisa que llegaba hasta mi cara,
como intentando secar las lágrimas del alma.
Y allí estaba el hombre con sus dudas,
con sus versos confusos en la mente,
con la idea peregrina de la vida,
con la miel en los labios que no llegó a probar
y con la amargura infinita de saberse derrotado.
Sin embargo quería creer que el amor existía,
que los sueños son el puente que conducen
a ese destino lejano,
que la palabra no es solamente el medio
en que se comunican las almas,
que también está la mirada,
está el roce de los cuerpos,
está la poesía y estás tú Amor,
por encima de todas las cosas.
Había sido un largo día, sí,
y ahora el ocaso enviaba un adiós con tu beso.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/04/12
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