LLEGAN CON FUERZA PÁLIDOS RECUERDOS...
Llegan con fuerza pálidos recuerdos
y se alteran las páginas del libro,
el poema se queda inacabado
mientras busco unos labios y el suspiro.
Es una sensación inenarrable,
que azota el corazón y no de frío,
es la ventisca dulce en primavera
que surge de los cuerpos de imprevisto.
Los dedos se detienen, en silencio,
el agua continúa hacia el molino,
la pluma con la tinta está callada
y duerme en el serón, un bello niño.
La fuerza de las olas es constante,
no sabe de senderos y caminos,
se estrella con pasión mal contenida,
en golpes que agonizan con un grito.
Los cuerpos se estremecen, al momento,
por culpa de recuerdos reprimidos,
que llegan con el viento y la corriente
por mares muy remotos y sombríos.
Y llegan las nostalgias con las algas,
y vuelven las migrañas con sus ritos,
escenas tan dantescas, que desbordan,
la paz y la ilusión de los sentidos.
Y llora el corazón, quizás de rabia,
con lágrimas heladas de rocío,
que bajan y que mojan a su pecho
y al labio juvenil al que va unido.
Entonces se me viene a la memoria
el cuerpo singular bajo el vestido,
el libro que invitaba a la escritura
y el seno que pedía mi cariño.
No puedo contener las emociones
y un nombre se me escapa con sigilo,
susurro venerado por mis labios
que mueve el corazón y va conmigo.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/01/13
y se alteran las páginas del libro,
el poema se queda inacabado
mientras busco unos labios y el suspiro.
Es una sensación inenarrable,
que azota el corazón y no de frío,
es la ventisca dulce en primavera
que surge de los cuerpos de imprevisto.
Los dedos se detienen, en silencio,
el agua continúa hacia el molino,
la pluma con la tinta está callada
y duerme en el serón, un bello niño.
La fuerza de las olas es constante,
no sabe de senderos y caminos,
se estrella con pasión mal contenida,
en golpes que agonizan con un grito.
Los cuerpos se estremecen, al momento,
por culpa de recuerdos reprimidos,
que llegan con el viento y la corriente
por mares muy remotos y sombríos.
Y llegan las nostalgias con las algas,
y vuelven las migrañas con sus ritos,
escenas tan dantescas, que desbordan,
la paz y la ilusión de los sentidos.
Y llora el corazón, quizás de rabia,
con lágrimas heladas de rocío,
que bajan y que mojan a su pecho
y al labio juvenil al que va unido.
Entonces se me viene a la memoria
el cuerpo singular bajo el vestido,
el libro que invitaba a la escritura
y el seno que pedía mi cariño.
No puedo contener las emociones
y un nombre se me escapa con sigilo,
susurro venerado por mis labios
que mueve el corazón y va conmigo.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/01/13
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