NO SÉ POR QUÉ, DE PRONTO, TU MIRADA...
No sé por qué, de pronto, tu mirada,
tuvo un desliz, igual que mi pupila,
y quedaron sumidas y en silencio
dejando que murieran las sonrisas.
Aquellas se perdieron en la noche,
quizás en las regiones infinitas,
las mismas que labraron nuestros sueños
tan llenos de ilusión y fantasías.
Perdimos las canciones de la infancia,
las coplas y leyendas tan bonitas,
y en ellas la verdad de la inocencia
como algo insustancial de tantas vidas.
Perdimos la metáfora del hombre
que pasa con su barca por la ría,
remando con claveles y amapolas
en aguas relucientes y tranquilas.
Perdimos el sabor de los viñedos
bebidos con pasión en la alquería,
el zumo sacrosanto de la tierra,
y el néctar de la copa apetecida.
De pronto nos sentimos diferentes
y ausentes de este mundo y de su arcilla,
quizás en nuestros ojos silenciosos
la niebla tenuemente renacía.
Y todo sin contar con las palabras
corriendo, cual estrellas fugitivas,
vagando y persiguiendo a las estrellas
en forma de tormenta contenida.
Callaban nuestros labios temblorosos
y ardían tibiamente las mejillas,
los besos nos quemaban la garganta
y el fuego por las venas recorría.
Quedaron en silencio los violines,
dejando tantas notas suspendidas,
en medio de los cielos y los campos
de un mundo terminal en su agonía.
Quedaron las palabras sin sus voces
y el viento las llevó, enmudecidas,
allá, donde se postran las tinieblas
por falta de cariño y de caricias.
Quedaron nuestros nombres olvidados
y el polvo nos cubrió con sus cenizas,
lo mismo que los gritos de la carne
oscuros y apagados por la brisa.
Y en medio de rescoldos y de fraguas
quedaron las pasiones y desdichas,
las lágrimas de tiernas primaveras
con rosas deslucidas y marchitas.
"...No sé por qué, de pronto, tu mirada,
tuvo un desliz, volviendo hacia la mía,
y entonces renacieron viejos sueños
en versos del poeta a la cuartilla..."
Rafael Sánchez Ortega ©
25/01/13
tuvo un desliz, igual que mi pupila,
y quedaron sumidas y en silencio
dejando que murieran las sonrisas.
Aquellas se perdieron en la noche,
quizás en las regiones infinitas,
las mismas que labraron nuestros sueños
tan llenos de ilusión y fantasías.
Perdimos las canciones de la infancia,
las coplas y leyendas tan bonitas,
y en ellas la verdad de la inocencia
como algo insustancial de tantas vidas.
Perdimos la metáfora del hombre
que pasa con su barca por la ría,
remando con claveles y amapolas
en aguas relucientes y tranquilas.
Perdimos el sabor de los viñedos
bebidos con pasión en la alquería,
el zumo sacrosanto de la tierra,
y el néctar de la copa apetecida.
De pronto nos sentimos diferentes
y ausentes de este mundo y de su arcilla,
quizás en nuestros ojos silenciosos
la niebla tenuemente renacía.
Y todo sin contar con las palabras
corriendo, cual estrellas fugitivas,
vagando y persiguiendo a las estrellas
en forma de tormenta contenida.
Callaban nuestros labios temblorosos
y ardían tibiamente las mejillas,
los besos nos quemaban la garganta
y el fuego por las venas recorría.
Quedaron en silencio los violines,
dejando tantas notas suspendidas,
en medio de los cielos y los campos
de un mundo terminal en su agonía.
Quedaron las palabras sin sus voces
y el viento las llevó, enmudecidas,
allá, donde se postran las tinieblas
por falta de cariño y de caricias.
Quedaron nuestros nombres olvidados
y el polvo nos cubrió con sus cenizas,
lo mismo que los gritos de la carne
oscuros y apagados por la brisa.
Y en medio de rescoldos y de fraguas
quedaron las pasiones y desdichas,
las lágrimas de tiernas primaveras
con rosas deslucidas y marchitas.
"...No sé por qué, de pronto, tu mirada,
tuvo un desliz, volviendo hacia la mía,
y entonces renacieron viejos sueños
en versos del poeta a la cuartilla..."
Rafael Sánchez Ortega ©
25/01/13
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