ALGÚN DÍA...


Algún día encontraré una isla
sin leyendas ni tesoros.
Una isla sin ratones ni piratas
rodeada solamente por el mar
que tanto añoro.

Y ese día, en esa isla,
buscaré el embrujo de los cielos por el día
y en la noche el encanto tan sutil
de las estrellas.

No es preciso que recuerde a Peter Pan
y su periplo en otra isla, cuyo nombre
no recuerdo,
con el tiempo detenido y congelado,
en una edad siempre constante
y tan ajeno a los vaivenes de la vida
y de la historia
que vivía solamente entre sus sueños
infantiles e inmortales.

Yo no quiero renunciar
a mi pasado ni a mi historia
y tampoco a los momentos de grandeza
y de miseria que he vivido.
Y no quiero renunciar porque es la vida,
y es mi vida,
y si ha sido buena o mala
no es momento de rechazo y de repudio,
porque vida y poesía van unidas,
y sus lágrimas y risas tan mezcladas
que es difícil separarlas y buscar
su nacimiento, en una causa
y un origen.

Solo espero el gran consuelo de los tontos,
el de estar en una isla rodeado de mis sueños
y añorando el gran milagro de la paz
y la concordia entre las gentes,
la ilusión de ver los ojos infantiles
sonriendo
y llevando, con sus manos, alimentos
a su boca,
el poder saborear el gran placer
de la derrota de las armas y los campos
de batalla,
el sentir que las personas son capaces
de ayudar y de entregarse, sin reservas,
no teniendo como lema las consignas
del político de turno
y sacando de muy dentro ese acto generoso
que los hombres solicitan sin palabras.

Yo sé bien que las personas precisamos
muchas islas en la vida,
y queremos ver en ellas
la razón de nuestra huida,
de esa fuga de la propia realidad
en que vivimos,
amparándonos, sin más, en el silencio
y soledad de nuestras almas.

Pero obviamos la razón, que es más sencilla.

Esa isla que buscamos está cerca
y va siempre con nosotros.
Es la rosa que florece en primavera,
es el mar, siempre bravío, con sus olas,
en la playa,
es el bosque con su magia y ese mundo
encantador que le rodea,
es la tarde que se acaba y el eterno
flamear de los ocasos,
es la noche en que se asoman las cigarras,
es la inmensa melodía que nos dejan las estrellas,
es el ritmo presuroso del latido,
que en los pechos se aceleran
cuando ven al ser amado,
es la música, sin nombre, de la brisa
que nos roza y que nos besa los cabellos,
es la frágil poesía que estremece
los sentidos, anunciando que la vida continúa,
porque yo soy esa isla,
la que busco y que preciso,
la que ansío en mi delirio,
sin saber, ni darme cuenta,
que ese mar, ¡inmenso mar, que me rodea!,
es la vida simplemente y es la hermosa
poesía tan buscada, desde siempre.

...Más yo sé que algunas vez,
y en algún día, sin pensarlo,
encontraré esa isla misteriosa
y tan buscada,
y será cuando detenga mi camino,
cuando mire simplemente los rincones
de mi alma,
cuando encuentre los ratones y los libros
con los sueños tan ansiados,
cuando sienta el dulce beso entre los labios
que una tierna mariposa me ha dejado.

Rafael Sánchez Ortega ©
16/12/13

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